Es posible que todos tengamos en la cabeza cómo sería nuestra ciudad ideal, y precisamente ésa sería la menos idónea. La más imperfecta. Porque la ciudad debe de ser un espacio de consenso colectivo, donde existe la necesidad de convivir de forma pactada. Aquella que cumple el equilibrio entre lo público y lo privado. Si predomina el espacio público, la ciudad se convierte en una dimensión anónima. Si, por el contrario, es mayor el privado, sería una ciudad especulativa. Tampoco existen ciudades individuales, sino colectivas. Es fundamental que la ciudad sea una ciudad compartida, de todos, en la que todos tengamos derechos pero también obligaciones. Una ciudad respetuosa en la que respetes para hacerte respetar como norma básica.

El domingo convivieron en el Centro dos acontecimientos en tiempo y espacio: una concentración del movimiento 15M, unas 35 personas que hacían sonar silbatos y cacerolas para protestar contra el rescate de la banca; y la procesión del Corpus Christi.

A estas alturas, que los manifestantes pitaran o no al Santísimo me da exactamente igual. Que silbaran al Corpus o durante el Corpus. Lo que no me da igual es la falta de respeto que demostraron ante las creencias más profundas de los participantes en la comitiva y de los espectadores que asistían a su paso. Algunos llegaron a pedir unos minutos de silencio a los responsables de la cacerolada, mientras pasaba la carroza. Caso omiso. «Tenemos derecho a protestar». Nadie lo discute caballero descamisado, pero los demás también tienen derecho a presenciar el paso del Santísimo con el respeto que su dignidad merece. En una nota aclaratoria, el movimiento asegura que «respetan las creencias de todas las personas provengan de donde provengan». Puede entonces que quienes se manifestaban en la plaza de la Constitución el domingo, con todos sus permisos, no representaran entonces al 15M y sean, en todo caso, manifestantes profesionales que se apuntan a un bombardeo. Porque no. No respetaron lo más sagrado.

Ésa sería la filosofía de la ciudad compartida. ¿Pura teoría? Está comprobado que sí, a pesar de que no sería difícil ponerla en práctica. Pero el mismo reproche se le puede hacer al Ayuntamiento. Vergonzosa su solicitud para no utilizar velas encendidas en esta procesión y lamentable la transigencia demostrada por el Obispado, convirtiéndose en cómplice al apagar el símbolo de la fe de los cofrades. Si la calle se ensucia, se limpia. Es un gasto que debe ser asumido y ya está. Como la limpieza diaria de las calles en Feria. O no, que es verdad, que en Feria no se ensucia. O la ensucian los turistas, que para eso tienen bula. Amén.