Hemos sido redimidos de un maligno múltiple, una legión de demonios que tenía por nombre «los mercados». Para evitar agravios de género, no fue ángel, sino Angela, quien se encaró a la legión que nos poseía, diciendo: «Yo os conmino en nombre del Euro para que abandonéis este cuerpo y volváis al averno». El endemoniado quiso revolverse, cayó de bruces y se retorcía en el suelo, mientras, hablando por el rostro barbado del dueño del cuerpo, gritaba: «¡Vete!, ¡no me rescatarás!, ¿quién eres tu para dar órdenes?». Pero Angela, con una gran voz, dijo: «¡Soy la arcángela Angela, la que puede salvarte!, ¡yo os lo ordeno, abandonad para siempre este cuerpo!». Entonces los demonios se fueron en tropel (de momento al menos), el rostro de Mariano pareció liberado de una gran congoja, se levantó y echó a correr, trastabillando, al partido de La Roja, gritando «¡albricias, albricias, oe, oe, oe¡».