Pronto sabremos cuánta confianza compran y cuánta credibilidad otorgan 100.000 millones de euros. Si estuviéramos seguros de que iba a ser suficiente no habríamos hablado del crédito en buenas condiciones con gesto tan malhumorado y habríamos sido más firmes en la idea de trasladar una buena noticia. Cada nuevo paso en sentido contrario de lo que queríamos, cada contrapié nuevo, sólo es un paso más en la buena dirección. Esto acabará siendo una muy española y católica peregrinación de rodillas para el perdón de los pecados.

Si el negocio es la desconfianza ¿por qué ha de cambiar? La confianza se puede retirar fácilmente, ya que es exigente por definición: supone esperanza firme, seguridad. Esperanza y firme suena contradictorio y seguridad es un término devaluado por la inseguridad del momento.

Credibilidad viene de creer, como crédito. A menos credibilidad, más alto es el interés del crédito. A España se le aplica una prima de riesgo alta porque se le conceden créditos que, se teme, no vayan a ser cobrados. Cuanto más alto es ese crédito, más posibilidades hay de que no se cobre. Sube y sube pero nunca deja de ser comprado. O sea que los que no se fían, se fían; no están muy seguros pero no están muy inseguros. Se mueven en una puja en la que hay negocio. A estas alturas sólo cabe desconfiar de la confianza, que es algo que no se da sino que se presta y, por tanto, se le pueden aplicar intereses altos o se puede retirar.

¿Volverá la confianza? ¿Por qué? El negocio es desconfiar. Si no se fiaban de que fuéramos a pagar cuando nuestras deudas eran menores ¿por qué se van a fiar cuando estamos hasta las cejas? ¿A cuánto lo fiamos? En el caso de que este dinero sea aire de Europa que despeje nuestros bancos de niebla ¿por cuánto tiempo? ¿Hasta el próximo verano, esa estación a la que es el segundo año que llegamos sin resuello?