Me comentaba un buen amigo que había visitado recientemente el Paraje Natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo que le sorprendió sobremanera el nutrido número de personas que, sin control aparente, realizaban ciertas actividades en la zona marina del Paraje que en principio deberían estar reguladas, con objeto de no alterar los elementos y la dinámica de los sistemas naturales que es la finalidad básica para la que se crean estos entornos protegidos. Entre ellas observó por ejemplo la navegación con embarcaciones a motor, el fondeo de embarcaciones o la pesca submarina. Según recoge la Ley sobre espacios naturales de Andalucía, los parajes naturales se determinan en atención a sus singulares valores, dignos de una protección especial y con el propósito de atender a la conservación de su flora, fauna, constitución geomorfológica, especial belleza o algún otro elemento natural destacado. Por lo tanto, las actividades que se realicen en los parajes naturales nunca deben poner en peligro los valores naturales objeto de protección.

Este quizás sea uno de los principales males que aquejan a muchos de nuestros espacios protegidos: el de los usos indebidos a los que se ven expuestos y que no son compatibles con el objetivo de conservación para el que fueron creados. En algunas ocasiones la proliferación de estos malos usos es debida al retraso administrativo en adoptar las medidas de gestión necesarias una vez declarada la figura de protección, pero en otras muchas la causa es resultado de una escasa protección por falta de medidas efectivas de vigilancia y control. Este último caso, que tiene su origen en aspectos puramente económicos, viene al caso porque, como se ha podido leer en la prensa no hace mucho, en algunas Áreas Marinas Protegidas, en concreto en determinadas Reservas Marinas de interés pesquero, las funciones de vigilancia y mantenimiento se han aminorado por la reducción en los capítulos presupuestarios correspondientes debido, hay que suponer, a la crisis económica.

He de coincidir con algunas voces que han mostrado su rechazo a estas medidas, ya que la falta de vigilancia en esas reservas con toda probabilidad provocará el mal uso y abuso de las mismas, con los consiguientes impactos desfavorables para los hábitats y la fauna y flora que albergan. Esto es así porque lamentablemente muchas personas, por total ignorancia, inconsciencia, pura barbarie o, simplemente, por aprovechamiento personal para obtener un beneficio individual a expensas del colectivo, no parece que sean capaces de actuar conforme a las normas adoptadas si no están sometidas a algún tipo de control.

El Paraje Natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo contaba hace unos pocos años con unas magníficas praderas de fanerógamas marinas que se han visto abocadas a su desaparición, manteniéndose en la actualidad tan sólo unas pocas manchas casi testimoniales. Incluso la que estaba formada por Zostera marina, única pradera de esa especie que existía en la provincia de Málaga, se considera desaparecida, ya que no se observa la especie desde el año 2006. Una parte importante de la culpa de tal extinción local recae en la actividad ilegal de determinados pescadores profesionales faenando en fondos prohibidos. La vigilancia no fue suficiente medida de control y otras disuasorias para evitarlo, mediante la instalación de arrecifes artificiales, llegaron tarde para Zostera marina.

Precisamente el amigo al que hacía referencia al inicio de este texto hizo su tesis doctoral sobre un tipo de fauna asociada a esas praderas, en lo que podría ser uno de los pocos testimonios escritos que queden para el futuro de la existencia de las mismas en nuestro litoral.