Menos mal que están Iniesta, Torres, Del Bosque y compañía para hacernos olvidar por un rato que vivimos al borde del abismo. Nuestros deportistas suelen cumplir, en mayor o menor medida, las expectativas que ponemos en ellos, todo lo contrario que nuestros políticos, que ni están preparados para afrontar ninguna situación ni jamás han dado la talla en la materia o materias en las que se emplean o les emplean. España se derrumba, Europa sale a su rescate y España se vuelve a derrumbar. Pues no pasa nada, dicen Soraya Sáenz de Santamaría y Cristóbal Montoro, la cosa ya sólo puede ir a mejor. Y volvemos a empezar con la tragedia. Es posible que mañana la prima de riesgo marque 600 puntos. Tranquilos, nos dirán, el límite para el colapso está en 700. Y vuelta a empezar. ¿Y que me dicen de Rajoy? El presidente se está autodefiniendo con tanta ausencia, con tanto no estar donde debería, con tanto temor a esas preguntas que todos los españoles nos hacemos cada día. Todos pagamos con nuestros esfuerzos los despropósitos de unos pocos. De los peores. De los que creyeron que el mundo se construye a base de trampas y sucias estrategias. Es normal que la gente esté cansada de ver cómo su trabajo se esfuma junto a la calidad de la educación de sus hijo y los servicios sanitarios que tantos años llevan pagando –sin demora– a través de impuestos.

Este gran disparate en el que estamos inmersos alcanza cotas más surrealistas en la propuesta de algunos municipios de Almería de «concluir y reactivar» el polémico hotel de El Algarrobico, levantado en el Parque Natural de Cabo de Gata, a pocos metros del mar. Este grupo de ayuntamientos insta a alcanzar un acuerdo que «posibilite la conclusión y reactivación» del dichoso hotel puesto que, dicen, su demolición costaría unos 300 millones de euros, un gasto que califican de inaceptable. Nada les importa que el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía haya dictado una sentencia que declara la zona como espacio protegido no urbanizable y se aferran a la misma trampa de siempre: si no se puede costear su demolición porque la crisis nos tiene secos, abrámoslo y demos trabajo a los nuestros. Como tampoco les importa la propuesta de Greenpeace, que ha elaborado un informe que sostiene que dicha demolición podría realizarse, de forma sostenible y limpia, por unos siete millones de euros, cantidad que fácilmente cubre la partida para actuaciones en la costa de que dispone el Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente. Dudo mucho que veamos las habitaciones de El Algarrobico hechas añicos y metidas en un camión, así que la moraleja de esta historia es bien simple: hazlo mal, lo peor que puedas, y vencerás. Mira a Bankia...

No hace falta salir de Málaga para toparnos con calamidades políticas que sufragamos los malagueños con mucha resignación y más mala leche. Ahí están Art Natura, el Auditorio del puerto y el Parque de los Cuentos, por citar sólo unos pocos. Estamos en el precipicio, al menos eso dicen todos los informativos. Pero yo no me lo creo. Seguro que de ésta salimos limpios y reforzados, como Strauss-Kahn, como Carlos Dívar.