Hoy se celebra en Dublín, y en otros muchos lugares del mundo civilizado (es decir, leído), el Bloomsday, en honor de la jornada vivida allí por Leopold Bloom el 16 de junio de 1904, según el relato de la novela Ulyses de James Joyce, publicada en 1922. Ulyses, más que una novela inabarcable, es ya un continente literario de dimensiones infinitas, formado por todo lo hablado, escrito, representado, filmado y mimetizado de ella desde entonces. En realidad lo que hace Joyce es anunciar el reinado y el advenimiento mítico de la clase media, de la que Leopold Bloom formaba parte, y cuya aburrida, vulgar, angustiada y sórdida vida pasa a ser, por efecto de una percusión incesante de lo cotidiano, despiezado al detalle hasta la extenuación, equiparable a la gesta de Odiseo. De modo semejante, cabría decir, a la chispa que a fuerza de perseverar acaba brotando de la fricción de dos palitos.