Algunos deploran la presencia en las elecciones francesas de las mal llamadas cuestiones del corazón (un eufemismo que evita nombrar otros órganos), pero en realidad esos episodios acercan la política a la vida real. Empezó la cosa con fuego real, cuando el entonces preconizado candidato socialista (Strauss Khan) fue víctima de su lascivia desmedida y patológica, haya habido conjura o no. Luego, en las presidenciales, el morbo se trasladó a la querella soterrada entre Hollande y su exmujer Segolene, tras decir ésta que la característica primordial de su ex era que «nunca había hecho nada» (sin dar más datos). Esto pedía venganza, y ha llegado con el acoso a Segolene –consumado en su humillante derrota– por parte de la actual primera dama, Valérie. Nada nuevo, nuestra civilización viene de la Guerra de Troya, desencadenada por un asunto del corazón (siguiendo con el eufemismo).