Hace unas fechas, la Confederación de Empresarios de Málaga (CEM) organizó unas interesantes jornadas con motivo de la presentación del libro Por la Productividad, Racionalidad y Flexibilidad en la empresa española. 7 casos de éxito según sus protagonistas, cuyo autor es Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles.

Como son momentos de reformas y de aceptar cambios en nuestra manera de dirigir nuestra macro y nuestra microeconomía, la adecuada gestión del tiempo juega un papel extraordinariamente importante en el futuro de nuestra sociedad. Ignacio Buqueras es autor de numerosos libros, pero hay uno, de 2006, que lleva por título Tiempo al tiempo, que ha sido calificado como «una propuesta valiente para un cambio drástico y necesario de los horarios en España».

Si suele aceptarse que el tiempo es oro, para los empresarios tiene un valor superior al del preciado metal, porque el tiempo es vital en los plazos administrativos, en las estrategias y en la toma de decisiones, en la concesión de créditos, en el cobro de facturas y un largo etcétera de ejemplos. Entre los muchos retos que tiene planteados la empresa española en esta hora difícil que vive, uno es el de la normalización de horarios con los demás países de la Unión Europea, tanto por lo que significa de trabajar con los mismos estándares como por lo que ganaríamos todos en racionalización y conciliación de la vida profesional, personal y familiar.

De hecho, en el Manifiesto que promueve dicha Comisión Nacional, se hace hincapié en la necesidad de disponer de tiempo para convivir, dialogar con los hijos y educar a la juventud en valores. Pero no es menos cierto también que desde la empresa le debemos dar al tiempo su verdadero alcance, así como en la necesidad de respetar en la medida de lo posible el tiempo de los demás, porque vale tanto como el nuestro, y la puntualidad -entre otras prácticas- contribuye a ello. Ya lo afirmó tajantemente Mann: «La informalidad en atender una cita, es un claro acto de deshonestidad. Igual puedes robar el dinero de una persona si robas su tiempo».

De hecho, nuestro país mantiene horarios ilógicos de trabajo, y una pésima gestión del tiempo de ocio. Generalizando, nuestra juventud, injustificadamente noctámbula por complacencia social, incluida la desidia de sus progenitores, ha sacralizado que la diversión no comienza sino a partir de altas horas de la madrugada. No puede existir nada divertido antes de las 24 horas del jueves, viernes, sábado e incluso del domingo. De la televisión y de sus franjas de mayor audiencia, mejor no hablar. Dormimos menos que nuestros socios europeos, y eso se refleja en la productividad por hora trabajada e incide, sin duda, en el rendimiento escolar.

El desequilibrio entre la vida laboral y personal perjudica la economía, y un ejemplo de ello es que a mayor flexibilidad, mayor es la tasa de fertilidad en Europa. El verdadero reto es alcanzar los objetivos de la empresa, optimizando el tiempo disponible, que es lo mismo que ser productivos, y así disponer de más tiempo para el ocio y la familia. Sin embargo, no se puede pretender que todas las empresas tengan el mismo horario: el mercado en el que trabajamos es muy diverso y sus distintos sectores tienen características diferenciadas. Pero lo cierto es que se ha instalado en nuestra cultura lo que ha dado en llamarse el presentismo en el puesto de trabajo, que en absoluto es sinónimo de productividad ni de competitividad, sino más bien, es una manera enmascarada de «absentismo social». Implica más rutina que iniciativa y creatividad, que es lo que se necesita hoy más que nunca para hacer progresar la empresa.

Esta nueva actitud ante los horarios debe implicar a todos los miembros de una compañía. Se debe formar a empresarios y trabajadores en materia de conciliación y racionalización de horarios para que no se produzca una merma en el rendimiento productivo de los miembros de una empresa. Se ha demostrado que las entidades que mejor concilian son las que mejor retienen a sus profesionales, al tenerlos más satisfechos y comprometidos. Quizás no sea más que una cuestión de gestión, organización o de mentalidad. Se trata de cuidar y mantener hábitos más saludables, dando mayor valor al tiempo, mejorando en fin, nuestra discutible calidad de vida mediterránea. Durmamos un poco más, a pesar del momento que se nos ha dado vivir. Bastante es que la dichosa crisis, en demasiadas ocasiones, nos llegue a quitar el sueño.

[Javier González de Lara y Sarria es presidente de la CEM]