Oficialmente ha empezado el verano. El mercurio no es que lo diga: lo anuncia con pantallas luminosas y lo chilla con un megáfono por si no nos habíamos enterado, a pesar de que el dichoso terral nos haga sudar hasta en sitios en donde la Madre Naturaleza no puso ni glándulas sudoríparas. Sí, sí... las playas se llenan, blablabla, operación bikini, blablabla, olor estival, turistas, espetos... vamos, lo de todos los años. Y los colegios cuelgan el «cerrado por vacaciones». No más tráfico en las horas punta hasta septiembre, pensará más de uno; un soplo de aire fresco en estos cálidos meses de verano. Pero para los padres de las criaturas comienza una odisea: encajar a los niños, pues ellos sí que no tienen vacaciones que duren tres meses.

Campamentos, abuelos, vecinos, familiares... de casa en casa y tiro porque me toca. Y aquí entramos todos los que por suerte (mala o buena, según como se mire) o elección no tenemos descendencia directa pero sí un familiar o conocido con un menor inquieto que no sabe dónde colocarse. Porque los campamentos tampoco duran tres meses. Así, de buenas a primeras, los que acostumbran a tener al 100% una vida de adulto se convierten a base de fuerza en expertos en papillas, marcas de pañales, cuadernos de verano, nombres y trayectorias de personajes de animación, primeros auxilios en enclaves con agua y otros campos muy ajenos a su realidad, a su rutina. Y eso, por supuesto, consumiendo los días de vacaciones que otorga la empresa. Je. Ahora entiendo cómo mi madre se llevaba las manos a la cabeza cuando llegaba extasiada tras la fiesta de fin de curso... Ruego perdonen el pesimismo pero poco es lo bueno que pasa en verano. Lo bueno y no tan bueno porque irónicamente Málaga se congela. El tiempo parece detenerse y con él el desarrollo de la provincia.

Tras meses de quejas y más quejas sobre la crisis y los problemas, éstos se desvanecen hasta octubre porque los políticos, que son los que los utilizan como arma arrojadiza, se van de vacaciones. Verán como la prima de riesgo seguirá ahí dando sustos pero para muchos no tendrá la importancia que tenía en el mes de mayo. ¿El metro? Da igual que llegue al centro, a la Malagueta o a Torre del Mar. Me intriga saber si a este juego de la desaparición veraniega entrarán también los sindicatos que día sí y día también se lanzan a las calles a protestar contra los recortes en educación y sanidad. Creo que los sindicatos no han trabajado tanto en todos los años de su existencia. Yo solo espero y deseo no ver otra vez a Merkel ni a Rajoy en bañador. Ya me he acostumbrado al slip de natación de Francisco de la Torre, al momento Mazinger Z de Aznar y otras estampas que podría haberme ido a criar malvas habiéndomelas ahorrado pero hay imágenes que no son necesarias. Ni aun en vacaciones. En fin, que pasen un feliz verano.