Cuentan Cicerón y Plinio el Viejo que Pompeyo montó en Roma unos juegos circenses en que se alanceaba a animales salvajes. Los festejos incluían la matanza de elefantes. Las muestras de dolor de los paquidermos indignaron al público romano. Los espectadores se pusieron en pie y abuchearon a Pompeyo, presente en el estadio.

Hace dos mil años y sin necesidad de proclamas ecologistas, el sanguinario pueblo romano se oponía al derramamiento de la sangre de elefantes. Nadie escarmienta en cabeza ajena, pero sorprende que los reyes no muestren curiosidad alguna por las vidas de sus predecesores. Juan Carlos de Borbón habría extraído alguna moraleja apetitosa de esta vicisitud de la antigua Roma. De este modo hubiera evitado que su dolorosa rehabilitación física coincidiera con la restauración más difícil de su poder simbólico.

A falta de refugiarse en Pompeyo, el Rey ha encontrado un referente improbable en Isabel II. La Zarzuela se ha inspirado en el jubileo triunfal de la reina de Inglaterra. La recuperación parecía imposible cuando la soberana fue noqueada, tras el fallecimiento de Lady Di. La película The Queen se anticipaba a los acontecimientos, en la escena en que Tony Blair le transmite sus condolencias a la soberana por la creciente animadversión popular en contra de Buckingham Palace. Helen Mirren o Isabel II, puesto que son indistinguibles, le reconoce a su primer ministro que el descontento de las masas sobreviene en el momento más inesperado. Era un vaticinio. En efecto, la reina británica se halla muy por encima del creador del nuevo laborismo en la consideración actual de sus ciudadanos. El Rey de España intenta un gambito similar, ante una audiencia más difícil. El descrédito de su presidente del Gobierno lo tiene por anticipado.

Esta semana, el Rey ha dado un paso al frente y hacia el frente en Algeciras. La enésima crisis de Gibraltar no podía llegar en un momento más oportuno para la monarquía. Gracias al conflicto pesquero, Juan Carlos de Borbón no sólo se guiará por el ejemplo de la jefa de Estado más popular del planeta, sino que se enfrentará a ella en un duelo incruento. Dado que Isabel y Juan Carlos son familiares y pugnan solidariamente por la supervivencia de una institución ancestral, Buckingham debería acudir al rescate monárquico de La Zarzuela en Gibraltar. Aunque este favor obligue a plantearse si existe un sólo tramo de la actividad política en el que España preserve su autonomía.