El truco de este gobierno consiste en presentar las derrotas como grandes victorias, y para ello se pasa el día dando lecciones a sus colegas europeos, tanto si lo piden como si no. Lo hace Rajoy con la mayor naturalidad y lo hacen sus escuderos. Luis de Guindos, además, se burla de aquellos a quienes pide ayuda. Se comporta así como el mendigo insolente que hace mohines de disgusto a su benefactor mientras tiende la mano. Gesto propio del hidalgo arruinado que lucha por calmar el hambre sin perder la honra. En este espectáculo de gallardías, tan caro al ejecutivo, solo faltaba que pusieran al presidente en la foto de Roma y le permitieran presumir de «pilar del euro». Habrá que preocuparse muy seriamente si el euro se apoya en un país con cementosis financiera y que hace vudú con las deudas pública y bancaria, en frase de Joseph Stiglitz.

Rajoy habla de Europa con técnica de solemnizar lo obvio, usada con éxito por el PP en la política interior. Al final de la minicumbre de Roma dijo: «Ha habido una apuesta por la irreversibilidad del euro, que es el proyecto más importante que hemos puesto en marcha los europeos». Aparte del hecho notable de saber pronunciar «irreversibilidad» con gran fluidez, cabe destacar que Rajoy hizo un anuncio irrebatible, y que por tanto no supone ningún compromiso. ¿Alguno de los presentes había apostado por una marcha atrás del euro? ¿No ha dicho Merkel, más de mil veces, que el futuro de Alemania es el euro? ¿No se da simplemente por supuesto en Francia y en Italia? ¿No se hubieran hundido los mercados si alguien hubiera insinuado lo contrario? Pues decir lo que dijo Rajoy y no decir nada es todo lo mismo.

Pero no todo son obviedades solemnizadas. De vez en cuando el gobierno se hace el matón: como cuando convirtió en un «acto de soberanía» desafiar el techo de déficit, o cuando por dos veces se ha resistido hasta el límite a pedir el rescate bancario, aunque finalmente le han obligado a poner fecha a la carta. Tras admitir que cumplirá la sentencia (qué remedio), De Guindos no ha evitado soltar su mal humor con una frase de menosprecio hacia el presidente del Eurogrupo: «Al señor Junker, de vez en cuando, también se le deben explicar las cosas». Jean-Claude Junker está al frente del organismo que impondrá las condiciones del rescate: no es la persona que más nos conviene tener en contra. Guindos lo necesita a favor, para suavizar las condiciones del rescate y también su apariencia, y pocas horas después de la machada se les vio cuchicheando en el Ecofin, el Consejo de Ministros de Economía y Finanzas de los 27.

Un Consejo que se ha sumado a la presión internacional. Ya no son sólo el FMI y la Comisión Europea los que reclaman que se suba el IVA y se elimine la deducción a la vivienda, entre otras reformas urgentes. Ahora también el Ecofin. Los socios europeos. Los que nos han de salvar. Cuando finalmente uno de estos viernes de infarto la vicepresidenta portavoz anuncie la «reordenación de tipologías de determinados gravámenes sobre el consumo», o algún eufemismo parecido para la subida del IVA, podrán decir que ha sido una imposición europea innecesaria, ideada por alguien que no entiende las cosas. Y que el gobierno lo ha decidido por el bien de Europa, porque somos un pilar del euro y no lo vamos a dejar caer. O, en último extremo, dirá que no envió a sus barcos a luchar contra los elementos.