Con un silencio entre respetuoso y perplejo, asistimos desde hace algún tiempo a esos encuentros entre algunas de las víctimas de ETA y sus verdugos. El respeto se debe a cuestiones obvias. Donde el dolor es muy reciente, queda poco espacio para la frivolidad. Estamos hablando de asesinos que acabaron con la vida de gente que pasaba por allí. Esta gente formaba parte de un entramado de relaciones en el que de súbito se produjo un agujero imposible de tapar. Murieron padres, madres, hijos, hermanos, amigos, profesores, alumnos, empleados, jefes€ No hay modo de relación al que no alcanzara el tiro en la nuca, la bomba, el secuestro, la extorsión€ Quedaron también personas sin piernas, sin brazos, tuertas, o con la mandíbula destrozada, personas que viven pendientes de los últimos avances en materia ortopédica. El catálogo de desgracias personales, en fin, pone los pelos de punta. El eco del dolor, cuando no el dolor mismo, continúan al alcance de las sensibilidades más impermeables.

Y bien, en este panorama se promueve el encuentro entre víctimas y verdugos. La intención de fondo es buena, sin duda. Una vez colocado el punto final al tiro en la nuca, a la bomba en el supermercado o en la casa-cuartel, al secuestro, al zulo, a la extorsión, viene una tarea difícil: la reconciliación, si fuera posible o, en el peor de los casos, el intento de convivencia entre quienes vienen de ese mundo donde la patria se construye a base de muertos y quienes sufrieron su violencia. Tarea difícil, imposible quizá en algunos casos, y sin embargo necesaria. En ello, con infinidad de vacilaciones, están las fuerzas políticas y sociales. Les deseamos suerte.

La perplejidad a la que nos referíamos en las primeras líneas procede de la publicidad que se está dando a estos encuentros. Podemos comprender que una víctima quiera mirar de frente a su verdugo, que necesite preguntarle por qué lo hizo y todo lo demás: cada uno desata sus nudos como puede. Lo que nos cuesta entender es que eso se convierta en materia de telediario, cuando no de revista de entretenimiento semanal. ¿Hay o no hay algo perturbador en esta exposición mediática?