El crimen perfecto es la obsesión de todo delincuente, y en el fondo de casi toda la gente, que se apuntaría a criminal si hubiera crimen perfecto. Pues bien, estamos siendo víctimas del crimen perfecto. En el mercado secundario de la deuda un enorme cardumen de especuladores, orientados por unos cuantos peces piloto, deciden cada día cuánto miedo tienen a que no se pague la deuda, y cuánto van a pedir por ese miedo. Esa oscilación ya les enriquece. Luego, cuando llega una subasta de deuda en el mercado primario, los llamados «inversores institucionales» se apuntan al mayor precio (el del mercado). Estos son siempre muy honorables, pero se llevan otra gran tajada, con coartada impecable. Para remate, baja a «0», o menos, el interés de la deuda de los países saneados («valores-refugio») que son ya el colmo de la honorabilidad, pero hacen caja gansa. Entre todos nos roban a mansalva.