El antropólogo francés Marc Augé acuñó hace dos décadas un concepto que hasta hace dos días desconocía. Una tonta búsqueda por la red me llevó a leer una obra de este autor titulada: Los «no lugares» espacios del anonimato. La idea de no lugar viene a ser un sitio sin suficiente enjundia como para ser considerado tal: un súper, una tienda o una calle cualquiera. Un sitio que sin cultura propia, vacío, que puede ser igual en cualquier otro lugar del mundo y que no expresa ninguna relación particular con la historia de su entorno.

No es difícil dar una vuelta una mañana por el Centro y pensar que el panorama que se puede ver en calle Larios a las 10 de la mañana es el mismo que en cualquier otro lugar del mundo. Tiendas y más tiendas que venden lo mismo aquí que en Nueva York; o pasar por la calle Méndez Núñez y ver el camión de la Coca-Cola descargando a los bares de la zona o de Londres. O asomarse a un diario y ver el cartel de una Feria sin personalidad.

Esta ciudad, este modelo, va camino de convertir a Málaga en un no lugar, en un espacio sin connotaciones propias excepto unas pocas semanas al año. Una ciudad sin más atractivo que ser una del montón, de esas que no ofrecen nada distinto. Habrá quién vea el vaso medio lleno. Yo lo veo completamente vacío. Obviamente no por el cartel publicitario que ilustra la Feria de agosto que, al fin y al cabo, es una obra tan mediocre como un cartel con una muchacha vestida de flamenca al estilo sorollesco.

Y hablo de este modelo de ciudad porque es un modelo que da la espalda a la verdadera cultura autóctona y diferenciadora de los barrios. Una forma de entender la ciudad que no sale del Centro. Un Centro que es una mezcla entre terraza de bar y decorado para turistas, sin identidad, inerte, inane... Eso, un no lugar.