La Unión Económica y Monetaria (UEM) fue creada en los años 90 para traer prosperidad y estabilidad al conjunto de Europa. Y así lo ha hecho durante muchos años. Pero la crisis económica ha puesto en evidencia las debilidades del sistema y la urgente necesidad de reformarlo para hacer frente a los desafíos actuales y volver a la senda del crecimiento. Este ha sido precisamente el objetivo de la cumbre europea de Bruselas del 28 y el 29. En los días que la han precedido, todos los líderes europeos han manifestado su consenso en que la solución a la crisis actual pasa por más Europa. ¿Pero qué significa esto en concreto?

El Presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy y el de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso han respondido a esta pregunta con una visión a corto, medio y largo plazo en la que establecen el plan de ruta de este objetivo compartido. En su opinión es necesario avanzar en cuatro grandes áreas:

En primer lugar más integración financiera. Esto significa que, en el futuro, los errores de los bancos no tenga que pagarlos el contribuyente. Para ello es necesario elevar la supervisión bancaria a nivel europeo, crear un fondo europeo de garantía de depósitos y un mecanismo de «resolución» bancaria que permita que, si un banco no es viable, pueda desaparecer sin riesgo alguno para los que tienen en él sus ahorros.

En segundo lugar hace falta más integración fiscal. El objetivo es reforzar la cooperación presupuestaria de manera que no vuelvan a producirse desequilibrios entre Estados como los que estamos viviendo actualmente. Se trata de que ningún país estire más el brazo que la manga y que si se ve obligado a endeudarse lo haga con el conocimiento de sus socios comunitarios y con el compromiso de sanear sus finanzas lo más rápidamente posible. En contrapartida, la unión presupuestaria implica también una mayor solidaridad fiscal de modo que los países con problemas puedan beneficiarse, hasta que salgan de ellos, de mejores condiciones para endeudarse.

En tercer lugar, más integración económica. Esta crisis nos ha enseñado que con el control presupuestario a veces no basta para evitar las crisis. Variables macroeconómicas como una burbuja inmobiliaria, un nivel de paro excesivo, una balanza comercial deficitaria, etc. pueden desequilibrar tanto las finanzas públicas, como el déficit o la inflación. Por eso, a partir de ahora, se seguirán muy de cerca los desequilibrios macroeconómicos y se darán recomendaciones anualmente para evitar los peligros que éstos puedan generar.

Finalmente, más legitimidad democrática. En otras palabras, la Unión reforzada que salga de esta mayor integración deberá ser controlada por los representantes electos de los ciudadanos, es decir, tanto por el Parlamento y el Consejo Europeos como por los Parlamentos Nacionales. Y los que tomen decisiones en este ámbito deberán dar cuentas a estas mismas instituciones.

La Unión Económica y Monetaria es la piedra fundamental de la Unión Europea y precisa ser reforzada por sus cuatro costados: el financiero, el fiscal, el macroeconómico y el democrático. Los líderes europeos tienen ante sí el desafío común de llevar a cabo esta obra común. Si del Consejo Europeo de estos días salimos con un compromiso claro para sentar unas bases sólidas de nuestra economía podremos emplearnos en la tarea que de verdad nos interesa: crecer económicamente, crear empleo y asegurar la calidad de vida de los ciudadanos.