Una provincia que, sólo a través de una de sus grandes infraestructuras, va a ser capaz de generar más de 15.000 millones de euros y 200.000 puestos de trabajos, es una provincia llamada a ser de las primeras de España en salir de la crisis. Málaga está llamada a despegar muy pronto y a convertirse así en la avanzadilla de esa remontada que todos los españoles estamos esperando como agua de mayo, a pesar de que el agua nos llega ya al cuello.

No es que la nueva pista del aeropuerto, con sus 2.750 km2, por sí sola vaya a tirar ahora del pesado carro de la economía de la provincia. Pero qué duda cabe de que constituye un importante activo a sumar a su indiscutible potencial turístico o a ese incipiente capital tecnológico, y por qué no, al carácter emprendedor y «echao palante» innato del malagueño.

Con esta pista, Fomento remata después de trece años el Plan Málaga, cuyas actuaciones por valor de más de 1.700 millones de euros han hecho de nuestro aeropuerto el tercero de España. Esto viene a constatar que Málaga lleva décadas en el punto de mira de los Gobiernos de España. No siempre fue así. Pero a principios de los noventa Málaga empieza a contar con políticos de trasero inquieto, ávidos por conseguir que nuestra ciudad, nuestra provincia, ocupara de una vez el lugar que le corresponde en Andalucía y en España. La perseverancia y el profundo convencimiento de luchar por lo nuestro, hizo que a más de uno y/o una le colgarán el sanbenito de «la hermanita de los pobres».

Esa labor la iniciaron unos y la continuaron otros y, gracias a todos, en los despachos de Madrid nadie se volvió a olvidar de esa tierra del sur de España con mucho más por explotar que su costa o las bondades de su clima. Málaga no sería lo que es hoy de no ser por el empeño y obstinación de esos dirigentes políticos que fueron capaces de convertir sus proyectos en iniciativas ciudadanas. Ese matrimonio entre político y ciudadano que ni dios ni el hombre debiera separar es lo que hace grande un pueblo, una ciudad, un país. Es la habilidad del político para seducir y conquistar la atención permanente de sus vecinos, y la del ciudadano por entender que el progreso de su entorno va más allá de los localismos de barrio. Eso es lo que hace crecer una ciudad como Málaga.

Hoy Málaga cuenta con un aeropuerto de referencia internacional, con alta velocidad ferroviaria, con cada vez mejores comunicaciones por carreteras, con kilómetros de paseo marítimo, con museos punteros que nos permiten competir en oferta cultural con las primeras ciudades de España y Europa. Y no podemos olvidarnos del puerto, convertido en poco tiempo en parada obligada de cientos de miles de cruceristas que desde enero pueden deleitarse con bellísimas postales de Málaga que ofrece cualquier terraza del Muelle Uno.

En la inauguración de la segunda pista del aeropuerto la ministra Pastor se refirió a Málaga como «motor de desarrollo económico de Andalucía y de España» y advirtió que infraestructuras como esta «hacen más ciudad una ciudad como Málaga». Se nota que viene siendo testigo, desde su experiencia en este y anteriores gobiernos del PP, de la vehemencia con la que compañeros de su partido han hecho valer sus aspiraciones y proyectos sobre Málaga en los despachos de los diferentes ministerios. Ella sabe bien que Málaga es hoy la capital del sur de Europa por el esfuerzo mancomunado de políticos y sociedad civil. Por ello, Málaga seguirá estando en su agenda y en la del resto del Gobierno, lo que nos ayudará sin duda a despegar y mantener el vuelo, seguro que por mucho tiempo.

Patricia Navarro es senadora del PP por Málaga