Es el nombre que le pusieron a aquel retrato fúnebre pintado sobre papiro de una joven egipcia y romana. Nos sigue mirando desde hace casi veinte siglos. Ahora está en la Walters Art Gallery de Baltimore. La mirada podría ser de un personaje de El Greco. La estructura facial es angularmente moderna. Pues hay un toque de masculinidad en la linea de firmeza de su mentón. Suele haberlo en los retratos de mujeres de la época de Trajano, el emperador de Santiponce. El pelo, en rizos diminutos y paralelos, está peinado hacia atrás. Así nos deja ver las bien formadas orejas y los zarcillos de aquella joven difunta.

Se incluyó este retrato entre las obras que la profesora Rosario Pintaudi, experta en papirología y docente ilustre de la Universidad de Messina, seleccionó para «El Fayum». Podrán contemplar «La mujer de violeta» en la página 93 de esa obra singular, editada por Franco Maria Ricci y dedicada al arte funerario del Egipto grecorromano.

Admiro a las personas como doña Rosario Pintaudi, con un temple y una dignidad no infrecuentes en su Sicilia natal. Como admiro a los que son como ella, en esta otra antigua y entrañable provincia de Roma en la que vivimos. Donde hay momentos en los que parece que nos vamos deslizando hacia otras latitudes sobre una resbaladiza placa tectónica que nos acerca a la Italia del Mezzogiorno o a oscuras repúblicas conradianas diseminadas por las junglas de la América de habla hispana.

Doña Rosario ejerce su magisterio en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Messina, en su admirable Dipartimento di Studi sulla Tradizione Classica. Ella recuerda con emoción sus años florentinos como responsable de la colección de papiros de la Biblioteca Medicea Laurenziana. Y su paso magistral por la Biblioteca Apostólica Vaticana. La profesora reina en el mundo diamantino de las grandes colecciones de papiros, frente al que las sombras de la sociedad siciliana, quebradiza y amedrentada por la violencia y la corrupción, resbalan sin dejar huellas.

La «lupara» y la «omertà» de antaño y el blanqueo de capitales radioactivos y el mafioso coche bomba de hogaño serán un día remotas curiosidades históricas con nulo valor moral o estético. Con la curiosidad desapasionada de los entomólogos serán investigadas por los estudiosos que en un futuro examinen esos capítulos de la historia del Mediterráneo. En cambio esos retratos llenos de vida e inmediatez que nos traen a través de los siglos los papiros de la profesora Contaudi sí nos hablarán. Y su voz será como un eco que siempre estuvimos esperando.

Cuando contemplamos aquella «Mujer de violeta» a cuya efigie un artista anónimo dotó de vida y elocuencia para su largo viaje a través de la muerte, sentimos en su cuello, adornado por un collar de cuentas marrones y violeta, tan actual este adorno como lo es su rostro, el pálpito de la vida que al final siempre prevalece.