Como la derecha está en contra de la eutanasia, tampoco se aplicará este compasivo método en el caso de la paciente Televisión Española. Enferma de gravedad y a punto de entrar en la UVI, la agonía de la cadena pública ha comenzado ya, y será una lenta extinción con goteros y amputaciones, si hiciera falta. En la cima de su credibilidad, a veces inmerecida por otra parte, nadie es perfecto todo el tiempo, el PP necesita cargarse este medio tan incómodo pero sin que se note mucho la pérfida intención. Por supuesto que RTVE debía de sufrir el correspondiente recorte, como cualquier hijo de vecino, pero el tijeretazo de 200 millones fue una amputación tan salvaje que no hay quirófano capaz de enmendarla. No es la primera vez que se usa la teoría de la austeridad para librarse de paso de asuntos incómodos. Los ancianos pensionistas, tan gastones y poco productivos, sólo se salvan de la extinción porque tienen derecho a voto.

Claro que ni el más habilísimo de los manipuladores podría conseguir que los informativos de TVE fueran tan grotescamente sectarios como los de las televisiones autonómicas del PP. Eso ya es para nota, y sus responsables deberían de ser objeto de estudio en las facultades de periodismo, o de psiquiatría, en algún caso. Visto lo visto por las regiones de España, lo de Urdaci con el chapapote fue una novelita de hadas, y lo de mi querida María Antonia en general ni te cuento. Inyectarles una sobredosis de sectarismo a los servicios informativos de TVE podría resultar contraproducente, y tampoco llegarían a escalarse tan impunemente las altas cotas de cretinez deformativa de las autonómicas, donde se juntan aldeanismo y manipulación.

En lugar de enseñar el plumero partidario, los de Moncloa deben de haber concluido que es mucho más práctico hundir la cadena y dejarla sin espectadores, que es lo ya está empezando a suceder. Dicen los entendidos que los informativos son la columna vertebral de una tele generalista. Pero si a las emisiones del canal se le van amputando los brazos (grandes eventos deportivos), serrando las piernas (series de éxito) y cortando las orejas (entretenimiento de gran audiencia), el resto del esqueleto no permanecerá durante mucho tiempo en pie, por muy excelentes que sean los noticieros. A muchos seguidores de los telediarios de TVE1 nos dará igual lo que pongan antes o después pero, para la gran mayoría, las grandes citas deportivas, los programas de entretenimiento más populares o las ficciones de éxito, todo eso que ya perdió TVE, funcionaban como afluentes del río caudaloso de la información, que ahora quieren dejar sin agua.

Decía malintencionadamente un director de televisión que los programas son productos sin importancia que se emiten únicamente para que la gente termine viendo los informativos. Asfixiada económicamente, con premeditación y con mucha alevosía, la cadena pública irá perdiendo el liderazgo en todas las franjas, que es de lo que se trata. La crisis tendrá la culpa, y el Gobierno sabe que sólo una minoría llevará luto en este entierro, con la que está cayendo.

Repasando la programación del verano de TVE, vemos a la antaño poderosa cadena convertida en un zombie, un tristísimo canal temático del baúl de los recuerdos, con reposiciones espeluznantes de lo primero que parecen haber pillado en el almacén.

El canal público ya ocupa este mes de julio el tercer lugar del ranking, por detrás de Tele5 y Antena3. Cuando TVE se ponga bajo mínimos, en muy poco tiempo, también la audiencia de los telediarios y de los eventos informativos irá decayendo, y entonces se habrá alcanzado por fin el objetivo buscado.