Málaga es la única ciudad que conozco cuya Feria tiene una marca concreta de vino por referencia. En Sevilla se bebe Jerez y, recientemente, manzanilla. En Jerez, pues fino y en Córdoba, Montilla-Moriles. En Málaga no ocurre lo mismo. Se bebe Cartojal de Bodegas Málaga Virgen, fundadas en el año 1885. Un vino dulce con 13 grados de alcohol y con uva, al 50 por 100, moscatel de Alejandría y Morisco. Se produce en la Comarca de la Axarquía en la Finca Vista Hermosa (Fuente Piedra), una especie de Falcon Crest con las instalaciones rodeadas de viñedos.

Pálido, naturalmente dulce, pues toda su riqueza alcohólica procede de la fermentación y carece de alcohol añadido. La uva se recoge en su punto óptimo de maduración, aunque tenga que hacerse por la noche para evitar los calores de día. La extracción de su aroma característico se produce por maceración pre fermentativa en frío y prensado en neumática. La fermentación se controla a 15 grados por bajada de temperatura. Es amarillo pálido, con ligeros tonos verdosos, limpio y brillante. Responde a aromas florales con toques de miel y cítricos, sabor de uvas frescas y un recuerdo ahumado. Presenta un buen equilibrio entre lo dulce y lo ácido. Un vino que, como todos los productos de estas Bodegas, se elabora, con mimo, bajo la experta batuta de todo un Equipo de profesionales, cuya sensibilidad permite conseguir la perfección no sólo en su producto estrella, el Málaga Virgen, sino, y también, en el Trajinero, Barón de Rivero, Pernales, y tantos otros.

Pero volvamos al Cartojal. La Feria de Málaga no se comprende sin este vino y su iconografía característica. De un lado, su presentación tanto en botella de cristal como en pet, pues esta última permite cumplir con la Ordenanza de no sacar vidrio a la calle. De otro, los barriles rosa fucsia, que inundan el Centro Histórico, y que recuerdan año a año el momento en el que nos encontramos. El Cartojal, prácticamente helado (su temperatura de consumo debe situarse entre los 6 y 8 grados, pero en feria se pide más frío) y con un consumo responsable, aporta al organismo el grado de azúcar necesario para expresar la alegría e incentivar la conversación, ingredientes necesarios en una Feria que conjuga, y en recintos distintos, el día y la noche. El malagueño de pro y los visitantes asiduos llaman a todo ello: El momento Cartojal. En el mismo se comparten ilusiones y se brinda por un presente que, aunque amargo, no impide un futuro prometedor. Ese momento se vive, principalmente, en la Feria del centro y, en particular, en El Pimpi, la casa de Bodegas Málaga Virgen y de todos los malagueños, gracias al esmero que tanto Paco Campos como Pepe Cobos, le ponen día a día. Y es que Málaga es una ciudad abierta y más en su Feria, donde el visitante, lejos de verse ajeno, es abducido por una marea humana que le hace compartir su alegría.

Pocas veces un vino ha unido tanto, pero es la esencia de una ciudad, que disfruta compartiendo lo propio con los visitantes. Que mira al mar, sin olvidar su casco histórico y que se plaga de gente con ganas de disfrutar y compartir. Quiénes no quieran o no puedan acudir al centro, también pueden disfrutar del momento Cartojal en la playa, junto a un buen espeto de sardinas, pues el azúcar natural marida a la perfección con el sabor intenso del pescado a la brasa. Ese momento ha comenzado a disfrutarse una vez que los fuegos artificiales tocaron el clarín de la Feria y cuando su alcalde, Francisco de la Torre, la dio por comenzada. Un alcalde tranquilo, elocuente y enamorado de su ciudad. Málaga vive su momento Cartojal. Los malagueños y los de fuera nos lo merecemos.