Fulano de Tal llevaba veinticuatro horas ante el establecimiento de Apple para adquirir el iPhone 5. Había logrado ser el primero, lo que no solo le garantizaba la posesión del aparato, sino la atención de los medios, que abrirían los telediarios con la noticia. Fulano de Tal estaba muy feliz pese a que había pasado la noche en vela, padeciendo el frío y la lluvia característicos de esta época. El segundo, el tercero y el cuarto de la fila lo miraban con envidia. Ellos tendrían su aparato también, pero ser el primero era ser el primero. El segundo entretuvo parte de la espera con la fantasía de que a Fulano de Tal, el primero, le daba un infarto, de modo que él ocupaba su puesto.

Por fin, las puertas de la tienda se abrieron y Fulano de Tal entró triunfante en ella para ser atendido por una amable joven que le mostró las ventajas del nuevo móvil frente a la versión anterior. Fulano de Tal lo tomó en su mano, lo acarició, lo sopesó, y estaba ya a punto de pasarle la lengua, cuando dentro de él sucedió un terremoto emocional. ¿Es o no es de gilipollas esto que he hecho?, se preguntó. ¿Acaso no hay que ser completamente imbécil para pasar la noche a la intemperie al objeto de ser el primero en poseer esta cosa?

La revelación de que era un idiota lo sacudió de arriba abajo, como una descarga eléctrica. Se volvió y vio a los otros idiotas que detrás de él babeaban en espera de que les llegara el turno. Entonces, desde las brumas de su estupidez, espesa como un puré de guisantes, comprendió que lo único que le redimiría sería retrasar la compra del citado aparato.

-Gracias, vendré otro día -dijo a la dependienta y salió a la calle sin el talismán para sorpresa de los periodistas que esperaban, cámara en mano, al primer afortunado.

Cuando llegó a casa, antes de que le diera tiempo a introducir la llave en la cerradura, le abrió su mujer, que le esperaba impaciente desde hacía horas.

-No he pegado ojo -le dijo con una excitación sexual que Fulano de Tal no le había visto nunca, ni en sus tiempos de novios-. ¿Dónde está el iPhone?

-No lo he comprado -dijo él-, me pareció una tontería.

-¿Tu eres idiota o qué? -le respondió ella.