Pensaba escribir sobre los 517 desahucios que se producen a diario en este país y que en los últimos días han provocado el suicidio de un hombre en Granada y el fallido intento de otro en un pueblo de Valencia. Pensaba hablar de la hermosa película La estrategia del caracol del colombiano Sergio Cabrera, premiada en 1993 en el Festival de Berlín y en la que los vecinos idean desmontar el inmueble y trasladarlo a otro lugar a salvo de la especulación del dueño, a modo de metáfora de la esperanza en medio de este drama. El mismo que muchos jueces consideran producto del abuso del sistema legal y del vigente sistema de créditos hipotecarios, creado en 1909, y al que sumarle la dolorosa cifra de ese 25% de paro y las declaraciones gubernamentales de que hasta finales de 2013 no se creará empleo. Pensaba escribir sobre estos temas pero como me sucede últimamente, cada vez que afilo el lápiz y repaso datos, contrasto informaciones e indago, de repente me topo en internet con un video del presidente del partido popular de Almería diciendo a la pata llana que hay que «desprestigiar y quitar de en medio» a esas personas que, según él, se llaman periodistas y que -según él- son de todo menos periodistas y que -según él- confunden a la gente con sus opiniones en internet, ahora que-según él- parece que todo se permite. Efectivamente, Señor Gabriel Amat, estamos en un Estado democrático con libertad de expresión.

Un Estado, gobernando por el partido que usted representa y cuya mayoría absoluta le ha permitido rechazar las numerosas enmiendas presentadas a los presupuestos generales, sin detenerse a pensar que estudiar algunas e incluirlas sería un acto democrático, un ejercicio de ese diálogo y sentido común que necesita urgentemente el país; que cada español haya aportado 1.846 euros en 2010 para ayudar a los bancos; que el 99,59% de los 87.497 millones de euros en ayudas públicas, destinadas a superar la crisis, lo haya acaparado la banca; que la reforma laboral haya sido una escoba de oro para favorecer el despido masivo y la precariedad laboral; que la cultura esté siendo gravemente perjudicada con la subida del IVA; que los recortes en sanidad, educación y servicios sociales dejen desamparados a una mayoría de ciudadanos de un país que había alcanzado, con mucho esfuerzo, un estatus europeo y cuya economía e imagen están empobrecidas y devaluadas internacionalmente. Y tantas otras permisividades con las que podríamos continuar.

Lo que realmente le molesta a este político, al igual que a los de otros partidos, es que los ciudadanos expresen su indignación, sus reflexiones, su experiencia personal o su crítica acerca de las injusticias que cada día aumentan la indignación y la rabia. Es cierto que internet nos iguala a todos, que hay usuarios con formación, conocimiento de causa y criterio, otros que sólo buscan huir de la soledad con misivas naif, algunos a los que únicamente les interesa hacerse promoción y opiniones que desbarran a la caña brava. Aún así, todos tienen derecho a dibujarse un refugio virtual, a jugar en un universo donde ser otro y todo el derecho a opinar e incluso a sublevarse contra la realidad oficial. Especialmente en esta época donde el periodismo apenas puede ejercerse entre los cierres de medios, la precariedad y la tendencia -adquirida hace tiempo- a no enfrentarse con la prepotencia y el caciquismo de una clase política en la que escasean las ideas coherentes y el sentido de la auto crítica.

Una casta enferma de egocentrismo, que ejerce el culto al líder para ascender, que sólo busca agradarse a sí misma y que, represente la ideología que represente, no tolera la crítica y asume que son los mercados los que mueven los hilos sobre sus cabezas. Los políticos prefieren que la prensa publique comunicados de prensa, que los periodistas no hagan preguntas, que los columnistas sean firmas afines o que representen la falsa existencia de una crítica al poder. Y también que los ciudadanos sean sumisos, que se entretengan entre los toros, el fútbol y los programas del corazón o de las hormonas de prótesis y gimnasio, que se crean los programas electorales y los refrenden con su voto. Hoy en día, internet es como la subterránea ciudad de Zion que se rebela contra la simulación de la realidad creada por Matrix. En sus redes está empezando a crecer una poesía de la resistencia, una voz de voces que batallan en defensa propia y a favor de la poca esperanza que nos queda. Pensaba escribir sobre los cien años de Tarzán o los cincuenta de James Bond, los héroes de aquella infancia en la que aprendimos que la vida era una jungla y que el mañana nunca muere. Y al final he preferido defender la libertad en internet.