A poco de conmemorar el Día Internacional del Voluntariado el próximo 5 de diciembre, es justo reconocer el importante papel que juegan en la sociedad las personas voluntarias, quienes actúan de forma desinteresada entregando a los demás parte de su tiempo, sin esperar nada, sin ningún tipo de contraprestación. Hablamos de mujeres y hombres que comparten su experiencia y conocimientos, que vienen a transformar la realidad, a favorecer un cambio social, que asumen de forma responsable que otras personas necesitan de su acción solidaria, al no disponer de otras muchas alternativas para mejorar su vida.

Muchas de esas acciones voluntarias se llevan a cabo en entidades del Tercer Sector que pasan por momentos difíciles, soportando duros ajustes e injustificables retrasos en los pagos comprometidos por la Administración, cuando cumplen con el papel que los propios gobiernos no asumen y dan respuesta a las nuevas necesidades sociales, las situaciones de exclusión y los efectos de la crisis económica. El voluntariado viene a solucionar en parte esta problemática en la que viven inmersas un sinfín de entidades sin ánimo de lucro. La difícil ecuación que resulta del aumento de la demanda ciudadana, más la falta de recursos económicos y la desaparición de puestos técnicos en el ámbito asociativo, se solventa en parte con la actitud y entrega de quienes realizan tareas de voluntariado social.

Pero no podemos resignarnos a que ése sea el único camino. No puede recaer en las personas voluntarias la responsabilidad de la gestión o puesta en marcha de proyectos de intervención o acompañamiento. La sociedad en su conjunto y las asociaciones en particular debemos velar por un voluntariado de calidad, medido en el tiempo, que suponga un apoyo positivo y un refuerzo concreto al papel técnico de los profesionales de cada entidad.

Es por eso por lo que el Día Internacional del Voluntariado no puede ser sólo una jornada de reconocimiento, que también, sino una invitación a todos los que entregamos parte de nuestro tiempo a los demás a desarrollar una actitud crítica, a reivindicar ante los partidos y los gobiernos la responsabilidad que tienen con las necesidades sociales de la población, que no pueden esconderse en el fenómeno voluntario para seguir imponiendo recortes inasumibles por buena parte de la sociedad, que únicamente están consiguiendo más pobreza y una mayor precarización de las condiciones de vida.

Las entidades sociales también tienen que ser autocríticas y rechazar las muchas ocasiones que por la acumulación de tareas se otorga un papel diferente a aquel que corresponde a la persona voluntaria. Un estudio de la Fundación PricewaterhouseCoopers, Esade y La Caixa considera clave para el futuro de las ONG «hacer menos cosas y ser más excelente». Esto obliga a profesionalizar aún más los servicios que se prestan y visualizar la labor desarrollada, algo que no se puede realizar desde el voluntariado. Se acerca el 5 de diciembre, reconozcamos el papel de los voluntarios, tomemos conciencia de los límites de su acción voluntaria.

José Antonio Naveros es Presidente de la Asociación Arrabal-AID