Los resultados electorales en Cataluña, a una semana vista, analizado lo analizable por los analistas que lo analizan todo, y cuando decimos todo, decimos elecciones, carrera de motos, atentados terroristas, estrenos de la semana, hambre en el mundo, costumbres culinarias, los silencios o exabruptos de Jose Mourinho, la deriva controladora de TVE cuando no les toca análisis en TVE, o las alucinaciones de alguna ministra alucinada del Gobierno, cuando ha pasado una semana y de las elecciones de Cataluña lo sabemos casi todo, aún me queda algo que ni mucho menos tengo claro. No se dijo ni antes ni durante ni después de la cosa. La gente se ha vuelto loca con la presentación pública de las nuevas tetas de Belén Esteban, lote que incluye nariz y el resto de cosillas que han hecho de ella una especie de ciborg siliconado, pero reclamo desde ya que se analice, se pregunte, se investigue, y se condene sin piedad al aficionado que le puso el morro así a Alicia Sánchez-Camacho. Ahora que ha pasado todo es hora de llevar ese debate al lugar que le corresponde. No es cosa de machistas, porque el debate hay que abrirlo hasta localizar al tintero que le pinta el pelo a Mariano Rajoy, al barbero que le deja esos pellejos a Rubalcaba, al trasto que le deja así el flequillo a Artur Menos, y que la noche electoral tanta guerra le daba por no saber qué hacer con él, en fin, al inútil que asesora a Angela Merkel, la jefa de todos. Pero lo que me tiene de verdad alarmado es el morro de doña Alicia Sánchez-Camacho. Va, como las ubres de Ana Obregón, siete pueblos por delante. Ahora que la sacan tanto estos días, la sacan sin piedad de frente, con ese labio así, como paralizado -¿será cosa del PP lo de los labios en parada técnica, siendo Josemari Aznar el adelantado de la conca?-, la sacan de perfil, y la pobre tiene un aspecto simiesco que no se merece. Doña Silicona y San Bótox hacen estragos. Ya sé que debería de valorar sus cualidades espirituales y no físicas, pero lo digo por ella, para que se tome unos días y vuelva al taller, caro término que ha puesto en valor nuestro querido Rey.

Una redacción de chirigota. Ah, el Rey. De don Juan Carlos a su paso por el taller también lo sabemos todo, que duerme bien, que se levanta con ánimo, que se zampa un par de huevos fritos, que está contento y es muy fuerte, que desapareció la inflamación, que le subió el ánimo cuando aquella tarde se reunió con toda la familia, incluido Iñaki Urdangarin, y que hace tiempo que la entrada y salida a un hospital no ha generado tanto análisis. En Cuatro, por ejemplo, trataron el asunto en los informativos del día siguiente, y en la tertulia de la mañana de Marta Fernández, y hasta en Te vas a enterar, el programa que estrenó para las tardes e irrumpió el lunes. «It’s very difficult todo esto», le decía nuestro timonel a un bobo David Cameron con cara de no entender nada. Pues que aprenda español, hostias, maúllan como debe ser los del TDT Party. Pero no, en el caso de Te vas a enterar no sólo no es dificultoso hablar de esa pamema sino que está chupado. Fíjense si es así que el martes, antes de ver el cacao, escribí sobre ellos y ahora, al cabo de varios días de emisión, confirmo lo escrito y me tiro el farol de no haber errado ni una coma. Te vas a enterar es al periodismo lo que Íker Jiménez a la investigación científica, lo que Anne Germaine a la honradez -pillada al fin con el carrito de los informes de sus invitados-, lo que la literatura es al libro del torero Manuel Díaz, al que pasean esta semana por los platós para contar una vez más su dolor por no darle un abrazo a su padre, también torero, el roba gallinas El Cordobés. El estreno y siguientes emisiones de Te vas a enterar ha certificado la ruina, el agravio, la muerte lenta de la que aquí hablábamos del periodismo, el pitorreo de una redacción de chirigota que se toma la crónica, el reportaje, la información, como un espectáculo que mira más al entretenimiento que al rigor y a la dignidad de la profesión.

Que aprendan de Gonzo. Es terrible ver cómo una redactora de ese equipo se levanta de su mesa, enseña su cuerpo embutido en un vestido rojo, y se pone a hacer la tonta con el baile del surcoreano Psy, baile que es seguido por todo el equipo con la redacción de pie, abriendo la cola de beodos en farra de despedida de soltero el presentador estrella Jesús Gallego y el copiloto de semejante burdel periodístico, Álvaro de la Lama, dos pollos muy bien maqueados, con esa labia espasmódica y atropellada de quien sabe que lo que tiene que contar es una soplapollez pero hay que decirlo rápido, con ánimo, para que no decaiga el espectáculo, y por eso cuando dan paso a los redactores-intérpretes estos sonríen, hacen cucamonas, y la cámara no deja de cabecear para imprimir un ritmo que no cesa. Si antes, hace años de aquella estulticia, Emilio Pineda -también calvito, como el sobrado Gallego- daba paso a sus reporteras dicharacheras al grito de Está pasando, ahora la basca circense de Cuatro lo hace con la alegría del charcutero, Te vas a enterar. Lo lamentable es que la mayoría de noticias que tratan son interesantes en sí mismas, tienen cierta enjundia, y se centran en el despiporre de políticos e instituciones, en el mangoneo de la banca, en el delirio de ayuntamientos despilfarradores, pero el trato es tan indigno y estúpido, y tan banal y superficial que más que denunciar algo parece un programa de chismes, de cotilleo y crónica rosa. Si tratas la penúltima indecencia de la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, que quiere expulsar a 120 familias de sus viviendas de renta antigua para venderle los edificios a una corporación inmobiliaria de la que forma parte Ignacio López, marido de su amiga María Dolores de Cospedal, hazlo en serio, aunque el resultado sea una crónica periodística cargada de sentido, humor, e ironía, tal como hizo Gonzo para El intermedio sobre el mismo asunto. Pero está claro que, si hablamos de periodismo, para Te vas a enterar It’s very difficult todo esto.