Hay gobiernos que se descoordinan porque cada ministro dice una cosa. Este se coordina porque todos dicen lo mismo: dan malas noticias. Encrespan, revuelven, suben las tasas, bajan de facto las pensiones, se sacan leyes uniformizadoras. Como vendedores en tienda de tela no tendrían precio. Casi todos fabrican cortinas. Antes se las llamaba de humo. Pero ya estamos más intoxicados que con dos paquetes de Ducados. Ahora más que cortinas son telones de acero. Hay variedad sin embargo en la gravedad de los asertos, sobre todo en lo económico. También en la gracia con que expresan los vaticinios o las cualidades prospectivas que exhiben. Luis de Guindos afirma que este es el peor trimestre de la recesión, lo cual lo cualifica como grumete de capitán que vaya camino de descubrir el Mediterráneo, si bien la obviedad (nunca las hemos pasado tan putas) lleva implícita una profecía: si este es el peor, en enero iremos saliendo del túnel. Van a permitir que seamos escépticos aún teniendo unas ganas locas de que De Guindos, al que se le va acentuando el semblante de gerente de pompas fúnebres, tenga razón. Los empresarios en Málaga no van a contratar prácticamente a nadie para la campaña de Navidad y no hay un sólo atisbo para pensar que se va a comenzar a crear empleo. Luego está Cristóbal Montoro, que es menos de la escuela de De Guindos y más estilo pitagorín. Era tenido en las huestes del PP como un sabio. Saber, sabe el hombre. Lo que no sabe es cómo vamos a salir de la recesión. Dijo en Málaga que 2013 será el último año de la crisis. Ojalá no confunda sus deseos con la realidad. Ese pronóstico lo sitúa más en el vector de los sabios del cuándo que del cómo. Tal vez se lo ha preguntado a Merkel o a Rajoy. Afortunado él si el presidente del Gobierno no le ha respondido un «tal vez» o un «quién sabe». Málaga se sitúa a la cabeza de las fabricantes de parados, de las destructoras de desempleo. El desaliento es doble: no valen para nada las llamadas activas políticas de empleo. Que más bien son paradas, no activas. Las de la Junta tampoco y sobre todo. Ingentes cantidades de millones en los últimos años. Urge revisar ese modelo. Dos: tampoco valen los intentos para desestacionalizar el turismo. Cierran cada vez más hoteles en temporada baja. La gastronomía, el turismo de salud, el golf, la cultura... Todo eso se ha potenciado, pero la realidad es que no hay nada nuevo bajo el sol: la gente quiere sol y playa. Esto se parece a un laberinto. Y ahí andan ellos, de vaticinios. Casi en blanco. No como nosotros, más que morenos, torraos.