Noviembre ha vuelto a poner de manifiesto las debilidades de un sistema productivo que cada otoño destruye con precisión matemática el paro creado durante los meses de verano. Un total de 8.774 malagueños han engrosado la cola del paro el pasado mes, lo que nos ha colocado a la cabeza de España en cuanto a destrucción de empleo. Las cifras, además, superan los 22.000 si contabilizamos desde el pasado mes de septiembre, cuando se clausuró la temporada alta turística. La terrible tendencia, salvo sorpresa, seguirá al alza hasta el próximo mes de marzo, cuando la Semana Santa inaugure un nuevo ciclo turístico.

Y es que ahora mismo los hoteles, restaurantes, chiringuitos y comercios de temporada representan la única fuente fiable de empleo neto en Málaga, aunque por desgracia, sepamos que son siempre puestos de trabajo con fecha de caducidad. Es lo que tiene depender tanto de un sector que, ante la debacle de la construcción, se ha hecho aún más hegemónico. El último informe de la Fundación Ciedes revela que el sector servicios -que incluye, además del turismo, al comercio o el transporte- representa ya el 84,9% del total de trabajadores de la provincia de Málaga y el 88,4% en el caso de la capital. La crisis, por otro lado, ha acentuado uno de los problemas endémicos de nuestra Costa del Sol: la estacionalidad. Por muchas y loables iniciativas encaminadas a diversificar la oferta de Málaga -cultural, city break, congresual- lo cierto es que el turismo masivo que llena hoteles y genera empleo llega atraído por la oferta de sol y playa. Y se va en cuanto empieza a refrescar.

Ante este panorama, los expertos se dividen. Los hay que postulan la necesidad de empezar a sentar ya las bases de un necesario cambio de modelo productivo -incluidos los sindicatos- mientras otros apuestan, más bien, por «hacer más productivo el modelo actual», sin renunciar a la primacía del turismo. El debate es interesante, la solución lo será todavía más, sobre todo para las parados que desesperan en sus casas.

Poco ejemplar. La detención de Gerardo Díaz Ferrán, expresidente de la CEOE, ha despertado la lógica repulsa en la opinión pública aunque también ha suscitado algunos comentarios en la calle que, de paso, aprovechan para atizar injustamente al conjunto de empresarios. No está de más recordar que cuando Díaz Ferrán ocupaba el sillón de presidente de la patronal ya existían muchos críticos internos con su gestión en la CEOE y con su propia trayectoria empresarial al frente de Marsans.

En Málaga, desde luego, no contaba con simpatías, por lo que hubo muchos suspiros de alivio cuando se produjo su relevo. Y aunque la CEM apoyó al andaluz Santiago Herrero como candidato -y al final se impuso Juan Rosell gracias a la alianza empresarial entre Madrid y Barcelona-, lo que a todos agradó fue el adiós de Díaz Ferrán, un personaje oscuro y un empresario muy poco ejemplar.