Hace hoy una semana que La Térmica se dio a conocer. El proyecto capitaneado por Salomón Castiel para hacer del Centro Cívico un lugar para el impulso cultural recibió, merecidamente, los aplausos de los asistentes y de la sociedad malagueña. A la presentación acudieron numerosos representantes de la cultura local y algunos nombres destacados del panorama nacional, como el realizador Manuel Gutiérrez Aragón y el director del Centro Dramático Nacional, Ernesto Caballero, entre otros. Fue el presidente de la Diputación, Elías Bendodo, quien abrió fuego asegurando que La Térmica es una idea «ilusionante» que potenciará la cultura en Málaga. Después llegó el turno del director general de Cultura de la institución, Castiel, que habló de su intención de convertir este lugar en un centro de referencia nacional.

De manera muy llamativa, la diputada de Cultura y jefa de Castiel, Marina Bravo, no hizo uso del atril para apoyar con sus palabras el recién nacido proyecto, el más importante de su área desde que llegara al cargo. Se quedó entre el público, como una invitada más. Al parecer, Marina Bravo no está del todo feliz con el gasto que la Diputación destina a La Térmica, ya que su presupuesto limita su acción a la hora de impulsar otras actividades en la provincia, por no hablar de la idea de rescatar la bienal Málaga en Flamenco. Con lo que nos encontramos que Castiel, ocupando un lugar más bajo en el organigrama de la Diputación, parece contar con mayores favores políticos y económicos que la propia diputada. Bravo y Castiel forman una incómoda pareja de trabajo que, esperemos, no acabe costándonos el dinero a los de siembre: los sufridores contribuyentes.

La Térmica es ilusionante, sí. Sobre el papel se muestra un proyecto tan atractivo como dinámico, todo lo contrario que nuestro Centro de Arte Contemporáneo. El CAC debería haber sido La Térmica -espacio le sobra- y no haber esperado a subirse al carro de Castiel. Fernando Francés se ha limitado en todos estos años de monopolio contemporáneo a organizar exposiciones de los grandes nombres del arte actual. Y nada más. Bueno, corrijo: ha proyectado algunas de las peores películas jamás rodadas y ha organizado varios talleres de vino tinto. El faro cultural de Málaga será La Térmica porque el CAC decidió dar la espalda a los creadores malagueños para erigirse en la improductiva galería que hoy es.

Y ya que estamos en esto del arte, el dinero público y las parejas mal avenidas, no se nos puede escapar el vodevil del Museo Carmen Thyssen. El gerente de la pinacoteca, Javier Ferrer, y la directora artística, Lourdes Moreno, viven sin vivir en sí. El primero, inexperto en gestión museística y poco amigo de los que le critican -lean su cuenta de Twitter, no tienen desperdicio-, no termina de cuadrar la gestión del Palacio de Villalón. Así se lo ha hecho saber Damián Caneda en una demoledora misiva. Moreno, por su parte, estará haciendo un curso intensivo para entender cómo es posible que lo artístico y lo administrativo caminen por separado en un museo. Y así va la cultura malagueña. Muy mal emparejada.