Para cualquier que tenga ojos y oídos, queda claro que este país está en trance de desguace. El Gobierno ha dedicado multitud de tiempo y esfuerzos „algunos más presentables que otros„ a combatir el proyecto soberanista de Artur Mas pero lo cierto es que, con Cataluña o sin ella, España se desmorona. La prensa de fuera nos ve ya como mendigos hambrientos y tal vez se esté anticipando algo pero venir, esa realidad viene. ¿A causa de la crisis económica de Europa? No nos engañemos: la crisis es el germen que nos ha hecho caer enfermos. Pero quienes nos llevan a la tumba son los gobernantes que, ante los síntomas de una infección muy seria, recurren a las sangrías como todo remedio.

La metáfora sanitaria es en especial adecuada porque por ahí van en buena medida las cosas. La torpeza casi delictiva de quienes decían ser los magos de la política y de la economía tiene su más claro ejemplo en la comunidad autónoma de Madrid, donde un presidente que no ha salido de las urnas lleva a cabo el experimento piloto de la destrucción de toda España. Con una desfachatez que asusta. La noticia de que la Comunidad de Madrid va a perdonar antecedentes penales, a dejar de aplicar sanciones legales y a hacer vista gorda de la normativa tanto fiscal como laboral en Eurovegas deja muy claro que ni siquiera con la mayoría absoluta que le garantiza el poder cambiar cualquier ley en el Parlamento autonómico piensa el señor Ignacio González perder el tiempo en tales minucias. Al fin y al cabo, Montesquieu murió hace ya muchos siglos. Se trata pues, de que entendamos que los actuales gobernantes que padecemos están dispuestos a saltarse las leyes cuando les convenga y sin dar siquiera explicaciones a nadie. En un país normal, uno europeo, pongamos, cualquier pretensión así llevaría al fiscal general del Estado a intervenir de oficio, llevando hasta el Tribunal Constitucional, de ser necesario, esa flagrante operación de desprecio de las normas jurídicas. ¿Se apuestan ustedes algo a que no sucederá tal cosa?

Para que no queden flecos sueltos, el señor González ha emprendido la campaña destinada a desmontar la sanidad pública de Madrid diciendo, eso sí, que se le podrá seguir llamando pública cuando esté en manos privadas. La coartada consiste en sostener que los hospitales cuestan más que las clínicas que hacen negocios. Todos los que entienden del asunto saben que es así porque los centros privados desvían a los hospitales públicos los enfermos que cuestan más dinero. Cuando esos hospitales ya no existan, ¿dónde se les mandará? La respuesta es obvia: a casa. Dios le ampare, hermano. Y mientras tanto la señora Aguirre, madre política del señor González, escribe un artículo diciendo que nuestra sanidad pública, la mejor del mundo -según ella misma- puede morirse de éxito. No hace falta que nos tome el pelo. Nuestra sanidad no se muere: la están matando. Ella y los suyos, que tantos bienes iban a traernos.