El otro día, el futbolista Messi dijo que él no había tenido ningún problema con la inmersión lingüística en Cataluña. Pero Arcadi Espada ha demostrado en su blog que Messi, hace años, hizo unas declaraciones a una revista argentina en las que reconocía que su hermana pequeña había tenido que volver con su madre a Argentina porque no había conseguido integrarse en el modelo de la inmersión. Y al mismo tiempo, el entrenador de Messi, Tito Vilanova, afirmó que no quería regresar a los tiempos del franquismo, ya que él había tenido que someterse a un sistema educativo en el que tenía una hora de catalán y todas las demás horas en castellano. Ese modelo, decía Vilanova -y con toda la razón-, era una imposición intolerable del franquismo.

El problema es que el actual modelo consiste en dar «todo» el horario lectivo en catalán, salvo dos horas en castellano, que quizá también se imparten en catalán porque el castellano se considera una especie de lengua extranjera. Y yo me pregunto si Vilanova no se ha parado a pensar que ese modelo podría significar también una imposición intolerable, sólo que vuelta del revés y con el catalán de beneficiado. Y aquí no acaba todo. Porque al mismo tiempo que se decían estas cosas, el ministro de Educación, Wert -que ha iniciado esta polémica con su proyecto de introducir más horas lectivas de castellano en el plan de estudios catalán-, ha dicho que él era como un toro bravo ante las críticas, ya que en vez de aceptarlas y de discutirlas, «se crecía con el castigo». Y olé, podría haber añadido.

El problema más grave de esta polémica es que estamos hablando de un asunto delicadísimo sin usar argumentos, sino embistiendo como los toros bravos que se «crecen ante el castigo», como el señor ministro Wert. De entrada, Messi dice una cosa cuando está ante un periodista catalán y luego dice exactamente la contraria cuando le contesta a un periodista argentino (aunque a partir de ahora es seguro que el Barça le va a controlar las entrevistas). Y luego tenemos a un entrenador de fútbol que sin duda sabe mucho de fútbol, pero que utiliza para defender un modelo educativo un argumento que lo invalida por completo. Y por último tenemos a un ministro de Educación que dice ser como un toro bravo, justo cuando estamos atravesando la crisis económica y social más grave de los últimos sesenta años, y justo cuando España tiene los peores resultados educativos de Europa (junto con Portugal, Italia y Grecia, tres modelos de países en bancarrota).

El gran problema de España como nación, el gran motivo que nos ha hecho fracasar como sociedad en los momentos más graves de su historia -cuando la Constitución de Cádiz en 1812 o en los tiempos de la Segunda República a partir de octubre del 34- es que todos nos hemos dedicado a embestir como toros bravos, sin pensar lo que decíamos, o bien diciendo y haciendo justo lo contrario de lo que de verdad pensábamos y sentíamos. Y lo peor de todo es que ni siquiera hay mala intención en estas actitudes, sino que sólo responden a una especie de reflejo condicionado que nos impulsa a tomarnos las ideas como dogmas de fe indiscutibles que nadie tiene derecho a contradecirnos (y el pobre Messi, que no sabe qué postura tomar, se limita a disimular y a decir una cosa y luego otra, según sople el viento).

Por supuesto, ésta es la peor forma de resolver los problemas. Estoy seguro de que en Cataluña y en Baleares hay miles de padres que no se atreven a decir lo que piensan sobre la inmersión lingüística, ya que eso significa indisponerse con profesores, directores, inspectores educativos y todo el poder en la sombra que controla la enseñanza. De la misma forma que las personas de orden y de derechas de toda la vida suelen optar por hacerse notarios o registradores de la propiedad, los nacionalistas suelen optar por la enseñanza.

Es un hecho empíricamente demostrable. Y que conste que no estoy discutiendo un modelo educativo u otro, porque sé que hay motivos para defender la inmersión lingüística (aunque sin duda habría que introducir mejoras). Hablo de la forma en que se discuten las ventajas o los inconvenientes de usar ese modelo: sin una verdadera verificación científica de los resultados y sin utilizar ideas ni argumentos, sino simplemente embistiendo como un toro bravo que se crece ante el castigo. Y así seguimos, tan contentos todos, embistiendo. O disimulando, como el pobre Messi.