Te quiero mucho.

-Yo más.

-No, yo más.

-No, yo más. Anda cuelga...

-No, cuelga tú...

Y así hasta el infinito. La conversación telefónica de los enamorados para darse las buenas noches se prolongaba hasta la madrugada. Entonces no existía WhatsApp y la factura del teléfono la pagaba papá. Era un auténtico diálogo de besugos, un homenaje a lo cursi y a lo refinado. A lo ridículo. Pero con amor.

La sociedad es una caldera de agua hirviendo. Convulsa y recalentada. Que se manifiesta y muestra su descontento prácticamente a diario ante lo que consideran un ataque frontal a los pilares en los que se asienta el Estado del Bienestar, consolidado a lo largo del periodo democrático. La Constitución acaba de cumplir 34 años. La Carta Magna rige los derechos y los deberes de los españoles (cada vez menos derechos y más obligaciones, por cierto). Si se aplicara de verdad, el debate sobre posibles revisiones sería estéril. El problema es que, entre unos y otros, los que mandan, digo, se la han cargado y han prostituido su espíritu a favor de intereses particulares.

La calle no es muda. Ni tonta. Aunque tanto ruido, sinceramente, me resulta contraproducente. Se queja día sí y día y día también. Incluso quienes nunca antes lo habían hecho. 2012 será recordado como el año de la protesta. Pero no sólo contra el Gobierno de Rajoy, al que se le señala como el causante de todos los malos. La coyuntura enmascara otros recortes que también está aplicando la Junta de Andalucía. Y aquí es donde parece revivirse la charla de los tortolitos de antes.

-Recorta tú...

-No, mejor tú...

Aquí, sin embargo, hay poco amor y, en cambio, mucha demagogia. Pura. Vil. De la que revuelve las tripas al humilde ciudadano, que asiste perplejo a un debate que sonroja a todos menos a sus protagonistas. O eso parece. Sin pudor, se tiran piedras que terminan teniendo efecto boomerang. Un ajuste después de otro, los ¿representantes públicos? se critican al unísono como si eso fuera realmente lo importante, obviando que hay mucha gente que, de verdad, lo está pasando mal, que no tiene ni para comer, que busca trabajo sin éxito durante meses, o que está a punto de perder su casa, que cuando va a urgencias no les atienden por falta de personal, o que lleva a sus hijos a una guardería que sufre retrasos en el pago de las bonificaciones o a una universidad donde este año no recibirán la beca porque les ha quedado una asignatura imprevista y encima tendrán que pagar más por la matrícula... Y para colmo, si se encuentra con la desagradable necesidad de pleitear, tendrá que pagar unas tasas injustas para buscar justicia.

-Cuelga ya, que esto no nos interesa... ¿Oye?

-Pi, pi, pi, pi, pi...