El impresentable Berlusconi vuelve a escena. No es un líder ideal para estos momentos, ni para otros, pero concurre a través de las urnas, no designado por un dedo remoto como Mario Monti. La inmediata dimisión de éste denota la inconsistencia de los tecnócratas que gobiernan sin ser elegidos. La corrupción del sistema representativo ha durado trece meses en Italia, bastante más que en Grecia y demasiado para la credibilidad democrática. Cualesquiera sean los resultados, lo deseable es que no se repita. La primera condición para que la UE funcione es que no parezca un sol rodeado de satélites o un absolutismo central con virreyes delegados. La mayor conquista de Monti ha sido desviar sobre España el foco de la crisis europea mientras la fiebre del recorte hacía de Italia un solar de huelgas, protestas y manifestaciones permanentes, sin contener la hemorragia del paro ni registrar avances notables en déficit y deuda. La mejora de la prima de riesgo, que también en España bajó unos días de los 400 puntos, es un indicador volátil que solo parcialmente depende de las condiciones internas. La evolución de las bolsas durante la jornada del lunes podrá quedar en foto-fija de un día, o de unos cuantos, hasta que pase el susto. El muy restrictivo presupuesto 2013 a defender por Monti antes de irse, dará la medida de intensidad y duración de estas arritmias de la especulación financiera. Punto más, punto menos, los italianos lo están pasando tan mal como los españoles. A ellos les ha desangrado un tecnócrata digital y a nosotros nos depaupera un político electo con mayoría absoluta (defraudada por él mismo, eso sí). Pero en esto no caben bromas. Aunque no lo parezca, la diferencia es fundamental.

Si Monti quiere dar la réplica electoral a Berlusconi, va a tener muy crudo fundar un partido y crear un electorado de aquí a febrero, pero ojalá que lo consiga si ésa es su decisión. Puede dejar completamente rota y fragmentada la derecha italiana, que ya lo está bastante, pero no abandonada a la pura demagogia. Los derechos del sistema democrático incluyen el de equivocarse, y el riesgo es grande cuando la vida duele. Sin duda es el voto del sufrimiento el que Berlusconi se propone reunir, y para ello tendrá que impugnar el objetivo del déficit como única política. Los que piden ahora contener la «eurofobia» en Italia ya anticipan el efecto esperado de la dialéctica del «cavaliere», humillado por la UE y convencido de que su capital político perdió enteros dando apoyo parlamentario al tecnócrata de turno, dócil cumplidor de las consignas que desesperan a la gente.

En vísperas de recibir el Nobel de la Paz otorgado a la UE, dijo Durao Barroso que los europeos no somos cupables, sino víctimas de la crisis. Teniendo en cuenta el mal momento de la izquierda y de la socialdemocracia, dudoso parece que alguien pueda invertir el castigo contra los victimarios. La triste política que manda en Europa no quiere homogeneizarnos en derechos sino robotizarnos en pesadumbres.