Lo aprendí como «principio y/o ley de continuidad», aunque a lo ancho de mi vida lo he visto aplicado de mil maneras incomprensibles. Mi incultura es así. Me refiero al concepto continuum, que explica el crecimiento, el avance, el desarrollo ordenado, la renovación, el progreso€; en fin, esas cosillas que permiten que las cosas sean y sigan siendo. Los mamíferos somos concebidos, nacemos y crecemos cumpliendo etapas en un continuum en el que nos movemos de puerto en puerto, para recalar en el puerto final al que nuestro continuum nos lleva. En el caso del turismo, igual, solo que el puerto final no existe; solo existe una sucesión de puertos consecutivos. Así va el asunto -según yo-, y ocurre que, a veces, cuando algunos terrícolas nos ponemos a organizar el cotarro turístico, el continuum se lanza en una especie de continuum interruptus, o sea, en un arre-so, que termina convirtiéndose en un perfecto discontinuum, o algo peor. Por eso, día tras día -ya vamos para tres cuartos de siglo-, nos seguimos reuniendo alrededor de los «problemas» del turismo.

Cuando el continuum se produce por la vía del principio de continuidad natural, ni se nos ocurre interpretarlo como un problema, véase, si no, cómo los humanos aceptamos los inevitables periodos de dentición o pubertad, por ejemplo. ¿A que a nadie se nos ocurre identificarlos con un defecto de fabricación? ¿O sí?. Bueno, mejor no meneallo, no sea que a alguno se nos antoje fabricar terrícolas que al nacer ya luzcan una hermosa dentadura blanquísima, como las de ahora, y una potencia sexual y fecunda como la de los personajes clásicos de la novela galante. Deja, deja€

En el turismo, como en todas las cosas, el problema reside en el modo en que vemos el problema. Esto, por simple sustitución, puede expresar tantas cosas cómo queramos, por ejemplo: «el reto reside en el modo en que vemos el reto», «el bien común reside en el modo en que vemos el bien común», «la urgencia reside en el modo en que vemos la urgencia», «la importancia reside en el modo en que vemos la importancia»... Qué divertido, verdad...

El turismo, a lo largo de su historia, ha vivido en ministerios, como invitado o como vecino del comercio, la información, los trasportes, la comunicación, la economía€. Ahora convive con la industria y la energía y, además, figura en último lugar del nominal del ministerio, y hasta diríase que en el último lugar de los desvelos de su titular, el ministro Soria, cuando nos ha mandado a Málaga a un subsecretario a dejarnos claro que si las prospecciones dan con las bolsas de petróleo o gas que andan buscando -que para eso las buscan, digo yo-, pues nada, que no nos preocupemos, que contemos con las extracciones. Mira qué bonito, tú€ Está claro, cuando se está en el continuum de la industria o en el de la energía, no se puede estar en el del turismo. Qué le vamos a hacer. ¡A setas o a Rolex, Patxi€!. Esto es lo que hay. En fin, seguro que tenemos lo que nos merecemos€

Creo que fue Einstein quien dijo que los problemas que afrontamos en presente no encuentran solución en el mismo nivel de pensamiento en el que estábamos cuando los creamos. Tío brillante don Alberto, que estoy seguro de que verbalizó la idea para ayudarnos a todos, especialmente a los turísticos andaluces -los públicos y los privados-, que ahora, más que nunca, andamos enfrentados a los retos de siempre-jamás, que, por cierto, son de mayor profundidad e importancia que el mero aprovechamiento de las oportunidades que se vislumbran en los mercados de Rusia y China. Las oportunidades están para ser aprovechadas y explotadas, pero los grandes retos de siempre-jamás consisten en trascenderlas, prestando más atención a los histogramas internos y externos de las causas que a los de los síntomas, que, por lo general, son puntuales. Centrar los esfuerzos en los síntomas será, otra vez, más de los mismo€

Será hermoso que las oportunidades, a las que, repito, nunca debemos renunciar, no nos impidan implementar ordenada y firmemente las reglas que nos recuerden cada instante que la excelencia no es un acto puntual, sino un hábito trascendente y transdisciplinar, y que el continuum turístico no es cosa espontanea de la naturaleza, sino de todos nosotros, excepto del ministro Soria, parece ser€