En esta última época abatida económica y anímicamente, los ciudadanos se inundan con corrientes apocalípticas que convierten la ciudad en una afligida marea, reflejo de un cliché lesivo. Hoy, doce del doce de 2012, muchos gurús fingidos, a la vez que fraudulentos, nos anuncian el advenimiento de la destrucción del tiempo que acontece.

La palabra Apocalipsis procede del griego y significa: revelación (quitar el velo). El contenido de esta acepción se ciñe con la envoltura de una ilusión de la realidad que los humanos creamos y que los representantes públicos nos conducen a materializar con poca esencia ideológica pero con discursos cándidos ante la venida del fin de una era. De este catastrofismo cultivado por estas fechas, el Informe Social de la Juventud de Andalucía advierte de que la política no atraviesa su mejor temporada. El 76,6% de los jóvenes andaluces entre 14 y 30 años se declaran desinteresados por este aspecto en el que andamos yuxtapuestamente impregnados. Respuesta de una generación que provoca tormento por el conformismo y que debe ser meditada si se desea tener una solidez futura en este planteamiento social que es la propia existencia.

Edvar Munch en 1893 encuadra El grito dentro de su obra capital El Friso de la Vida; al volver a observarla detenidamente recuerdo mis pasos núbiles por el paseo marítimo camino hacia Pedregalejo. Según los críticos, el pintor expresionista refleja la situación general que se vivía -se vive- en el momento: una sociedad subordinada a la economía donde todos sus componentes -sobre todo las personas- se intercalan en ese sistema de mercado, sujetos como mercancías al mecanismo de la oferta y la demanda. Animo a los jóvenes malagueños a que comiencen a gritar ante este entorno de indiferencia para provocar con su clamor la génesis de una nueva era que anteponga las emociones a los insensatos formalismos decrépitos. Así que ¡A gritar!