Berlusconi ha dicho en voz muy alta una gran verdad: que la prima de riesgo es una estafa. De Berlusconi lo detesto todo, pero una verdad es una verdad, la diga Agamenon o su porquero. Tras sus palabras la prima de riesgo ha subido, como diciendo «van a enterarse». La excelencia de una estafa consiste en que nadie vea sus tripas, y así no haya modo de perseguir al estafador. Todos somos los paganos de esa estafa, menos los que se lucran con ella, empezando por los grandes inversores que hacen caja gansa (¡y millones de pequeños, sin enterarse!) y siguiendo por países, como Alemania, que gracias a la desconfianza inducida hacia los otros -a la que no quieren poner fin- colocan su deuda a coste 0, o por debajo de cero, o sea, cobrando por endeudarse. La estafa seguirá hasta que alguien rompa esa baraja con las cartas marcadas, y sería terrible para todos que ese alguien fuera Berlusconi.