El Parque Tecnológico de Andalucía (PTA) ha celebrado esta semana la conmemoración de su XX aniversario. En la mesa presidencial del pasado lunes en el Palacio de Ferias, como correspondía, estuvieron los máximos representantes del consejo de administración de la tecnópolis: José Antonio Griñán y Antonio Ávila por la Junta de Andalucía, Francisco de la Torre por el Ayuntamiento de Málaga, Adelaida de la Calle por la Universidad de Málaga y Braulio Medel por Unicaja. Sentado entre el público, en un discreto segundo plano, estaba sin embargo el gestor diario del parque, Felipe Romera, una figura que ha sabido ganarse con su trabajo el reconocimiento unánime de los empresarios y, cosa rara, el consenso de nuestros políticos.

Romera era el director del poderoso laboratorio de I+D que Fujitsu tenía en Málaga, que fue la verdadera cantera de talento de la que se nutrió el parque cuando abrió en 1992. Y es una persona austera en sus formas y en sus métodos pero de eficiencia máxima y, sobre todo, tremendamente optimista y visionaria. Justo lo que necesitaba un parque al que pocos le pronosticaban tales cotas de éxito.

De su austeridad habla la hermosa pero espartana sede social del PTA, construida sobre los restos del antiguo cortijo que dominaba la finca de El Ciprés sobre la que se erigió la tecnópolis. O la ausencia de señalética en las calles del PTA para indicar al visitante la ubicación de cada empresa (Romera se ha negado siempre alegando que la persona que acude al parque sabe exactamente a donde va, sin necesidad de convertir el recinto en un supermercado). De su eficacia basta con recordar los números del parque -600 empresas, 14.600 trabajadores y 1.622 millones de facturación-, manteniendo los porcentajes de subida incluso en esta época de crisis.

En cuanto a su optimismo y a su visión de futuro, me remito a una anécdota que contó el pasado lunes el presidente de AT4 Wireless, Luis Fernando Martínez, cuando recogió uno de los reconocimientos a las empresas fundadoras del parque. Martínez, que a finales de los 80 trabajaba a las órdenes de Romera en Fujitsu, fue llamado por éste un día a su despacho. Ambos cogieron el coche y condujeron desde la sede de Fujitsu en el polígono del Guadalhorce hasta una lejana colina en Campanillas. Desde ella, y frente a una gigantesca explanada de bancales abandonados, limoneros y algún olivo, Felipe le preguntó: «¿qué te parece?». Cuando Martínez preguntó: «¿el qué?» respondió: «¡Pues el parque, ¿no lo ves?». Porque ya tenía en la cabeza todo el diseño. Y relata Martínez que al preguntarle cómo lo iba a hacer Romera le comentó: «Es fácil. Vamos a crear un estado de ánimo».

El tiempo le ha dado la razón a este tenaz ingeniero nacido en Soria. El PTA es un orgullo y un verdadero chute de ánimo para Málaga. No es de extrañar que Martínez, al recoger su premio terminara con un sentido: «Gracias, Felipe». Todos el lunes pensábamos lo mismo.