Las cicatrices del bienestar

De camino a la universidad ahí lo veo, como casi todos los días, dubitativo, con la mirada perdida, hablando con la pared. Dos latas de cerveza le acompañan, las cuales le han entretenido la noche. Veo a un ser humano que sólo es sombra de lo que fue y de lo que pudo ser. Paso a su lado, giro la cabeza y sigo con mi camino.

Me pregunto dónde están los servicios sociales, los especialistas, los centros en los que recluir y ayudar a personas como él. ¿No forma parte de nuestra sociedad? ¿No ha contribuido lo suficiente? Qué dura e injusta es la vida, y qué mísero es el Estado de bienestar de este país tan desarrollado llamado España, que no muestra un ápice de clemencia mientras recorta en derechos sociales. Cada enfermo que deambula por las calles, sea alcohólico, drogadicto, o enfermo mental, es un desgarro en la conciencia de esta sociedad incivilizada, insolidaria y de este Estado tan sólo preocupado en pagar los intereses de una deuda odiosa, abusiva y opresiva.

Jesús Pintos RamírezMálaga