Me dicen que un juntaletras sin oficio ni beneficio, un calumnista (sic) local sin más prestigio que su fondo de armario -inalcanzable para mí- y sin más trayectoria pública conocida que la nocturna, se ha preguntado por mi vergüenza en la tribuna que perpetra cada semana en un diario malagueño.

La vergüenza de cada uno es un asunto muy delicado. Y no creo que la clase periodística, la componga quien la componga, esté en condiciones de dar lecciones de ética y moral a la denostada clase política. A menudo ni siquiera pueden dar clases de ortografía, no digamos de sintaxis o gramática. Y si de vergüenza hablamos, pues cada uno lleva la suya como puede.

Es fácil destruir la reputación de una persona desde una columna semanal, escrita al pairo de la actualidad, sin más horizonte que la edición de la mañana siguiente, y muy a menudo sin más información que la estrictamente necesaria. Las hay que son auténticas lecciones magistrales de banalidad y superficialidad, para entendernos. Decía Kapuscinski que no se debe escribir nada sobre nadie con quien uno no se haya tomado al menos un café, y esa máxima del gran periodista polaco se ha pervertido brutalmente en el ámbito de la prensa: se escribe mucho y muy bien sobre los que invitan a comer a los periodistas, sobre los que manejan las partidas de publicidad institucional, sobre los que toman decisiones económicamente relevantes, y muy poco y cobardemente mal sobre la gente que mejor o peor trata de hacer las cosas de una manera diferente, a menudo robando horas a su familia y a sus amigos, empeñados en el arte de hacer de la política una práctica un poco más decente y humana.

Quise ser periodista, y no pude. Pero cada día leo la prensa, y me avergüenzo de los despidos masivos, de la pérdida de talento, de los medios entregados a la política partidista, de muchas cosas que unos días me benefician y otros me perjudican, pero que empeoran la convivencia y encanallan a los lectores. He leído Queremos saber, y también Combate por una prensa libre. Y en ninguno de estos libros he visto que la impunidad con que los periodistas atacan a los políticos sea el camino de recuperación de la credibilidad perdida. Es seguro que los políticos hemos contribuido al malestar social, y a muchas otras cosas de las que es difícil que la sociedad española se recupere a corto y medio plazo. Pero si alguien quiere conocer si he pasado vergüenza en mi actividad parlamentaria, que tenga al menos la decencia de invitarme a un café para saberlo. Que yo lo pago, hombre.

[enrique Benítez es parlamentario andaluz del PSOE]