Don Jorge, profesor de mi adolescencia, tenía la difícil labor de conseguir que el año en que hicimos tercero de BUP, los de la clase de Ciencias nos olvidáramos de las notas, las medias, las asignaturas importantes ­-que por supuesto eran la Física y las Matemáticas- y de la Biología, que era la madre de todas las asignaturas. Él impartía Literatura, un mal menor para los de Ciencias que había que solventar maximizando resultados con el mínimo esfuerzo: la considerábamos una maría.

Con esta impagable audiencia empezaba él nuestras clases y ni corto ni perezoso consiguió que recitáramos las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre y nos picara el gusanillo por uno se sus libros preferidos, además del Quijote, claro. Ese libro era La conjura de los necios del escritor John Kennedy Toole, que se suicidó con 31 años sin ver su libro publicado. Hemos sabido cómo recientemente en Málaga un padre ha conseguido que se cambien los distintos festejos del colegio de su hijo argumentando el peligro que podía tener para los niños comer castañas en la fiesta del magosto o pan con aceite en el típico desayuno andaluz del 28 de febrero, día que se festeja en esta nuestra comunidad.

Era de esperar que esto pasara. Cuando las autoridades se rigen por leyes puestas a empellones y vaivenes de cualquier hijo de vecino en lugar de por el sentido común y por el sentido de la responsabilidad, ya cualquier amenaza acongoja y eso se contagia, la gente lo sabe y se aprovecha. Por lo visto el colegio alega que la Junta de Andalucía ha declinado cualquier responsabilidad en la ingesta de alimentos y claro si tú no, yo menos, ha dicho el colegio. Responsabilidad y criterio frente a la conjura de los necios.