Que nuestra existencia es un asunto de provisionalidad es algo que todos sabemos, claro, exceptuando a esos iluminados que, so pretexto de sabe Dios qué, se funden con las riendas del poder y pretenden erigirse en choferes y choferesas del mismísimo universo. De estos individuos todos tenemos ejemplos. Busquen en el trabajo, en la cola del paro, en el gimnasio, en el supermercado €, y verán cuantos becarios aspirantes a iluminados nos circundan. Estamos rodeados de gentes que no saben que todo lo que tenemos es prestado y provisional, aunque algunos defiendan que lo que compramos es nuestro, no prestado. Piensen, si no, en esas perfectas dentaduras compradas cuyo tono de blancura siempre coincide con una marca de coches -pregunten a su odontólogo y verán cómo las referencia mediante A2, A3, A4€- o en esos inconmensurables e indescriptibles pares de tetas compradas que lucen algunas señoras, que desafían a la mismísima ley de la gravedad.

Pobre Newton... Las dentaduras y las tetas algunas veces parecen desafiar a todas las leyes de la naturaleza. Salamanca -que de saber, sabe-, desde sus inicios como faro del conocimiento de occidente, advierte a sus pretendientes que «lo que natura non da, Salamanca non presta», reafirmando así que lo que no puede ser, no puede ser. Pues nada, como si la cosa no fuera con nosotros, algunas y algunos nos dedicamos a comprar tetas y dientes, pretendiendo justificar la propiedad ad eternum de los mismos€ Eso sí, aún dentro de la provisionalidad, bien sí que quedan, ¿verdad?.

Lo cierto es que los apegos algunas veces nos desnortan y hacen que perdamos de vista la provisionalidad de las cosas. Así, los que llevamos toda una vida apegados al turismo, como actividad que hace tiempo que trascendió la categoría de fenómeno, nunca nos hemos planteado la provisionalidad del mismo, sino más bien todo lo contrario. Pero parece ser que otra vez estamos equivocados. Tomen nota: el turismo también tiene sus días contados.

Hombre, sí, si hacemos un poco de memoria, veremos cómo entre todos nos hemos ido ocupando de poner fecha de caducidad al turismo. No hay actividad que perviva al desgaste de políticas agresivas con la sostenibilidad como las que hemos ejercido con carácter cuasipermanente durante años. Durante mucho tiempo a algunos la gobernanza solo nos sonó como un defecto de dicción del apelativo «gobernanta», del que bien conocemos su significado. Nuestros sucesivos altibajos casi siempre han respondido a causas generalmente basadas en políticas bienintencionadas que bienresolvían el presente, pero malcomprometiendo el futuro, que, cada vez, cuando llegaba, era otra vez sujeto de las mismas prácticas tan bienintencionadas, como malmedidas. Visto con perspectiva, diríase que nuestro actual momento obedece a un extenso desarrollo en espiral cuya salida se muestra más y más compleja cada día. O sea, que sí, que nosotros no hemos sido tan buenos con el turismo como el turismo con nosotros€, pero aún así, nunca, hasta hace poco, se me había ocurrido considerar al turismo como una actividad con los días contados.

Llevo tiempo negándome a ponerme a ello, aunque, la verdad, no han sido pocas las ocasiones en las que he estado tentado. De hoy ya no puede pasar, así que aquí me tienen, despidiéndome, no sea que... Al turismo, dicen, solo le quedan dos días. Parece ser que pasado mañana el turismo desaparecerá de la faz de la tierra, excepto en un pequeño pueblo del Sureste francés denominado Bugarach, que parece ser el único lugar del planeta llamado a perpetuarlo. Su alcalde, Monsieur Delord, debe entender bien la sostenibilidad, porque, frente a la avalancha de seres humanos que pretenden instalarse en su pueblo antes de pasado mañana, ha reaccionado sin titubeos mercantilistas, como debe ser. Como nuestra Lola, ha utilizado todos los métodos a su alcance y ha gritado: «¡Basta, si nos queréis irse€!». Está claro, Monsieur Delord sabe que los exceso de hoy comprometen al mañana. Monsieur Delord es un tío sabio, que sabe bien de qué va la cosa.€

Si la metempsicosis existe, seguro que en las próximas existencias entenderemos el turismo con mucha más claridad. La verdad, yo, a fuer de sincero, lo de pasado mañana no termino de verlo más que como un asunto mal interpretado, pero just in case€, valga un merecido epitafio. Sea pues: «Descanse en paz el turismo, una actividad que nos dio más de lo que nosotros le dimos».