Acabamos el año algo perplejos por la indefinición en la que se maneja el Gobierno, que sigue sin aclarar si será necesario pedir o no el rescate a Europa como país. Soltó el otro día Rajoy en el Congreso que han decidido no pedirlo pero añadió que «el hecho de que no hayamos tomado la decisión de pedirlo no significa que en el futuro no lo pidamos», una sentencia tan vacua que, si no fuera porque conocemos sus «gallegadas», nos haría dudar de si no hemos elegido a Perogrullo como presidente. Rajoy ya ha cumplido su primer año en la Moncloa y la prima de riesgo -por muy injusto que sea este mecanismo- sigue cerca de los 400 puntos, lo que revela una descorazonadora realidad: todos los sacrificios económicos y sociales aplicados en estos últimos meses no han servido para cumplir su objetivo primordial, que era eliminar la desconfianza de los mercados hacia España. Ocurre algo con Rajoy que mosquea: no contenta ni a unos ni a otros.

Toma decisiones difíciles, impopulares, incluso contrarias al programa electoral con que se presentó, que tienen permanentemente cabreados a ciudadanos en general, sanitarios, docentes, estudiantes o funcionarios. A la vez, el empresariado y muchos economistas de tronío le achacan no haber dado un paso adelante y priorizado leyes encaminadas a dinamizar el crédito, a agilizar la creación de empresas y a crear empleo más allá de esa reforma laboral que, de momento, es un sonado fracaso. También se lamenta que no haya comenzado la necesaria transformación de la administración, mientras el sector privado lleva cuatro años de duro ajuste. Se diría que el presidente juega a «nadar y a guardar la ropa», un poco a verlas venir, sin arriesgar más de la cuenta y tomando las decisiones justas para llevarse la palmadita en la espalda de Europa. Esa táctica, la del dirigente discreto, ya le llevó a un arrollador triunfo electoral en España. La duda es si será capaz de convencer a la banda de tiburones de la que depende nuestra financiación. ¿Y la oposición? De momento, de Rubalcaba ni hablo, hasta que se me vaya olvidando, si alguna vez sucede, que formó parte del Ejecutivo con el que caímos al pozo.

Cámara. El ERE de la Cámara de Comercio de Málaga, que afectaba al 25% de la jornada de sus 35 trabajadores acaba este 31 de diciembre y lo normal es que los afectados retornen a sus anteriores condiciones de trabajo aunque la economía de estas instituciones siga en el alero desde que Zapatero suprimió la obligatoriedad de las cuotas. Hace menos de un mes, el presidente del Consejo Andaluz de Cámaras, Antonio Ponce, solicitaba al Gobierno que garantizara el futuro de estas instituciones con la nueva Ley de Cámaras, visto su papel clave en materia de internacionalización y apoyo a las pymes. Las Cámaras confían también en seguir siendo corporaciones de derecho público, según el compromiso del secretario de Estado de Comercio, Jaime García-Legaz.