No hay claridad en la profecía sobre el fin del mundo hoy. ¿Se trata del fin de nuestra civilización, de la especie humana, de la vida sobre la Tierra o del universo en su conjunto? Aunque alguien dirá que tanto da, eso es tener una conciencia cicatera. Nuestra civilización depredadora se tiene muy merecida la expulsión del club cósmico, pero ¿qué culpa tiene un koala, una salamandra o un discreto y enigmático liquen para que también lo echen? Tampoco hay una idea clara del tono de la cosa. En una encuesta de Radio Clásica muchos oyentes le ponían la música de La Cabalgata de las Valquirias, o de Carmina Murana, cuando el asunto puede ser mucho menos tonante. Yo veo calles desiertas y papeles arrastrados por el viento, entre ellos la página con este billete. Si el último superviviente lo leyera tendría gracia. Es una imagen narcisista, pero ¿vamos a cambiar en el último momento?