Este fin de semana, la familia Pérez abrirá una botella de sidra para celebrar que le ha tocado el tercer premio de la Lotería de Navidad sin haber apostado ni un céntimo. Y es que se cumple el 25 aniversario desde la Navidad en que decidieron no apostar ni un duro más (entonces, el 1987, se contaba en duros) en juegos de azar y especialmente en esta rifa tan festiva y comunitaria. La decisión la tomaron al comprobar que, entre todos los miembros de la unidad familiar, cada Navidad acumulaban un centenar de décimos y participaciones de los orígenes más diversos: el trabajo, el centro juvenil, el AMPA, el fútbol, el teatro, el gimnasio, el otro fútbol, el centro cultural, el bar del desayuno, la peña bética, el otro número del bar del desayuno, el baloncesto, el baloncesto del niño, el ballet de la niña, el bar del vermut, el bar del pueblo los domingos, el teatro del pueblo los domingos, la peña bética del pueblo los domingos, y todas las asociaciones culturales y recreativas de los compañeros de trabajo y todas las AMPA de todos los compañeros de centro juvenil de los niños... entre otros orígenes diversos y en expansión uniformemente acelerada.

Desde el día que decidieron declararse objetores de lotería («me lo prohíbe mi religión», argumentan para rechazar las embestidas) celebran cada ocasión en que el dinero ahorrado coincide con el importe de un premio. Así, el tercer año celebraron que se habían ahorrado un sexto premio, que se paga a 300 veces la apuesta: dividido entre cien papeletas anuales, sólo habían tardado tres años a «ganarlo». Cuando se cumplieron los diez años del inicio de la resistencia, celebraron que les había tocado un cuarto premio, que se paga a mil veces la apuesta. Y este año, que es el 25, celebrarán que les ha tocado el tercer premio, que se paga a 2.500 veces la cantidad jugada. Para ganar un segundo premio tendrán que esperar un poco, porque el premio tarda 62,5 años, y el gordo no la verán, porque tendrían que pasar 200 años, por lo que están buscando personas o familias que hayan tomado la misma determinación, por ampliar la base del cálculo. Mientras tanto, cada 22 de diciembre, cuando la radio termina la cantinela, los Pérez intercambian sonrisas mientras uno de ellos, calculadora en mano, anuncia las ganancias del año. «¡Cien participaciones ahorradas a un promedio de cinco euros la participación, quinientos euros! ¿Qué os parece que hagamos con ellos?» Y el resto de la familia aplaude con alegría festiva y comunitaria.