Europa parece rara por sus carencias democráticas y porque es rara. Hizo bien en representarse a través de Herman Van Rompuy, primer presidente del Consejo Europeo, a cuya visión aún no nos hemos acostumbrado y no sabemos cómo caracterizarle. En la remota Europa del Bienestar había sido un duende de Papá Noel cargado de asistencia para los necesitados pero ahora parece el muñeco siniestro de la ventrílocua Angela Merkel. La canciller alemana tiene varias caracterizaciones atinadas pero sus últimas apariciones -iluminadas por la luz cenital de la crisis y sonorizadas por la reverberación del poder- la acercan a una ventrílocua del siniestro espectáculo de variedades de cada día. Ventrílocua, porque habla con el vientre y piensa también con el vientre.

Más raro es Mario Monti, que está dispuesto a gobernar Italia (y lo que haga falta) siempre que no tenga que pasar por las urnas. Deja un documento de 25 páginas -Cambiar Italia. Reformar Europa por un empeño común- como un programa electoral para «evitar que el país vuelva a caer en la crisis» y propuestas «para mejorar la Unión Europea» pero siempre que se pongan de acuerdo los partidos políticos y se lo pidan. Artículos de broma

Electores Lo que sea, mientras no lo elija la gente, no se deba a los electores, no tenga que debatir con Berlusconi, el sátiro magnate; Beppo Grillo, el payaso de los desencantados, ni con Luigi Bersani y el Partido Demócrata, esa ropa vieja de comunistas y cristianos.

El asco de Monti a las elecciones no le impide tener proyectos e ideas de lo que antes se llamaba servicio público pero ahora sólo se puede llamar servicio y suponer a quién, por exclusión (por exclusión de aquellos a los que se les pide cada vez más y se les da cada vez menos). También deja perplejo con qué naturalidad se acepta esto en Europa en general, en Italia en particular y por Angela Merkel en concreto. Desde que no tienen bigote característico, las rarezas de Europa parecen normales.