Para que una sociedad evolucione es fundamental que disponga de un buen sistema educativo que forme integralmente a los jóvenes en principios, valores y conocimientos académicos. El binomio formación y progreso es inseparable, y por ello hay que invertir prioritariamente y de forma eficiente en formación, investigación y desarrollo. Los sistemas educativos implantados y los valores que han predominado en España en estos últimos años han estado reñidos por lo general con la cultura del trabajo y del esfuerzo, y han fomentado la del máximo resultado con el mínimo esfuerzo. No es sostenible un sistema en el que todo es fácil y asequible con poco esfuerzo porque desmotiva a los mejores, iguala por abajo y fomenta la inmadurez. Estamos obsesionados por que nuestros hijos sepan idiomas y tengan conocimientos técnicos pero nos olvidamos de que lo más importante es formarlos en humanidades, tradiciones, principios y valores. Una persona bien formada tendrá un buen cerebro y un esqueleto consistente y será capaz de alcanzar las metas que se proponga, potenciando sus músculos, mientras que una persona que sólo posea formación técnica, carente de valores, tendrá mucho músculo pero poco esqueleto y es muy probable que se derrumbe ante las adversidades de la vida o actúe de forma desordenada. Es fundamental que nos dirijamos hacia la cultura del esfuerzo, del trabajo bien hecho, de la honradez, de la humildad y del respeto a los demás. Las empresas son conscientes de que la mejor inversión es fichar capital humano con estos valores. Pienso que el sistema educativo mejorará cuando el Estado deje de intervenir en la educación y se limite a crear y garantizar las condiciones para que los padres podamos elegir la educación que queramos para nuestros hijos (pública o privada, religiosa o laica) mediante la emisión de cheques educativos canjeables en cualquier centro que fomentaría un sistema más libre, igualitario y menos costoso para todos.