El señorito González, presidente de la Comunidad de Madrid, propone que se derogue la ley de huelga, uno de los derechos sociales más legítimos y fundamentales y que más tiempo, sacrificios y sangre costó alcanzar de pleno a los ciudadanos de todo el mundo. Esa bárbara petición es la respuesta desesperada, ya sin argumentos, de este dirigente elitista, a la estrepitosa derrota que está sufriendo frente a médicos, enfermeras y técnicos de los hospitales públicos madrileños a los que quiere privatizar.

El guardián pretoriano de Esperanza Aguirre sabe que esta vez no se enfrenta a unos «revoltosos médicos de izquierda» con ganas de hacer ruido. Ahora, la irreductible oposición a su infumable política de derechización y privatizaciones la integran, en bloque y sin grietas, todo el personal sanitario de la Comunidad, sin ningún tipo de identificaciones políticas.

Jamás se vio tanta unanimidad en que se mantenga una sanidad pública, universal, libre de copagos; una sanidad para todos los seres humanos, con papeles o sin papeles. Nunca se dio un caso igual de centenares de dimisiones simultáneas de los responsables de hospitales y de centros de salud. Y hasta ahora, tampoco habíamos observado el movimiento solidario y de simpatía de toda la ciudadanía española en torno a la valentía de estos profesionales de la Medicina. Unos profesionales cabales, dignos, que, sin abandonar sus obligaciones asistenciales, están dispuestos a dejarse la piel para evitar que gente de la calaña de este lechuguino haga negocios a costa de la salud de las personas y a costa de los dineros de todos nosotros.

La primera huelga de que se tiene noticia histórica (los datos se conservan en un papiro custodiado en el Museo Egipcio de Turin) se produjo hace unos tres mil años cuando los obreros que construían la tumba del Faraón Ramsés III se negaron a seguir trabajando hasta que les pagara el salario atrasado.

De entonces acá, la huelga no existió ni siquiera como aspiración o enunciado de algún tipo de rebelión contra el abuso de los poderes establecidos. Sencillamente, la explotación del hombre por el hombre siguió cruelmente su curso durante siglos y siglos hasta que, a finales del XVIII y principios del XIX, se despertó de nuevo cierta conciencia social y apareció, en fábricas y campos de trabajo, el espíritu inconformista de aquellos pioneros egipcios.

En España, Franco cortó de raíz, durante cuarenta años, el derecho de los españoles a la huelga, pero la democracia nos lo devolvió y lo recogió en el artículo 28.2 de la Constitución de 1978. Creo que hay una mayoría de españoles que se solidariza con el personal sanitario de Madrid. Yo, por supuesto

Ahora, el señorito González. que gobierna con dureza la Comunidad de Madrid, bajo las órdenes severas de la mujer de hierro, pretende devolvernos a la etapa franquista, quitarnos los derechos a una sanidad pública, dejar sin trabajo todavía a más personas; privatizar todo lo que pueda convertirse en pura especulación, y, para que no podamos protestar, propone dejarnos sin el derecho a la huelga. Sin ni siquiera el derecho al pataleo.