Solidario viene de sólido, nos recuerda Ortega, pues el término y el concepto arrancan del contrato in solidum del Derecho Romano. La ola de solidaridad que crece en este pais desde que alguien decidió que no merecemos el desahogo material, es un maravilloso signo del humanismo que aún nos anima. Los muchos, incontables proyectos e iniciativas solidarias de los últimos meses del annus horribilis de 2012, deben proseguir y multiplicarse por su necesidad intrínseca, pero también en demostración de que seguimos siendo una sociedad, no una suma de individuos arrojados al mundo y a la vida. Esa es la solidez imprescindible para dar sentido a la lucha y no caer en la ley de la selva. Creía Ortega que la masa engulle a las minorías y de ahí la necesidad de que la democracia no sea universal e irrestricta. Habría que conocer su pensamiento a la vista de lo que hoy vuelve a ocurrir: que las minorías están engullendo a la masa por la gran boca de la deuda insaldable. Y que la reacción de las masas es mucho más lenta con los instrumentos tradicionales, aunque también funcionen, que con el arma insuperable de la solidaridad, que es arma de paz y concordia, de comprensión y amor. Siempre me impresiona que los alemanes tengan una sola voz, liebe, para los conceptos de amor y caridad; y que los estadounidenses verbalicen con tanta naturalidad la compasión y lo compasivo. Caridad y compasión son conceptos discriminatorios en otras culturas. Las invocaciones del fabuloso final de la II Epístola de Pablo a los Corintios me gustan igualmente traducidas como amor que como caridad. Hay que releerlas muchas veces en la vida.

No cabe ignorar que también la Iglesia indiferencia ambos campos semánticos, pero las grandes superestructuras «espirituales» siempre son desconcertantes. Caridad y opulencia no se cohonestan fácilmente, y el reino de este mundo tiene excesiva presencia en el del otro. Si Monti se percibe por encima de las elecciones y el Papa le recomienda desde la cátedra de Pedro, es que algo hay de teocrático en nuestra democracia de andar por casa. Y si la laboriosidad de los militares es el espejo ejemplar en que deben mirarse todos los demás trabajadores (palabra de Rajoy) es que el reflejo franquista de la coba sigue divinizando el derecho de unos a no sufrir los eres, cortes salariales y subidas fiscales que agobian a casi todos los demás.

La «selbesteinung» orteguiana, que es la conciencia de uno mismo y el «darse cuenta» de las cosas, parece señalar más que nunca hacia la solidaridad entre personas humanas, no mediatizada por institución de clase alguna. Por ello es tan formidable el resplandor de lo que se sobrepone al dolor y la ruina por puro instinto de igualdad y fraternidad. Que esa solidaridad sea realmente sólida y sobreviva a la miseria mental y real del tiempo, es el mejor deseo que cabe articular para el año nuevo.