Alguna vez ha reflexionado sobre cómo será su vida tras su jubilación? Seguramente la respuesta sea afirmativa en la mayoría de los casos. Sin embargo, si a continuación le pregunto si alguna vez ha pensado en qué medidas debe tomar hoy para poder realizar sus planes de futuro cuando se retire, es muy probable que no se haya planteado esta cuestión o no conozca qué puede hacer para garantizar el disfrute de un retiro sin sufrir estrecheces.

Hoy en día podemos afirmar que disfrutamos en España de un sistema público de pensiones generoso. De hecho, la relación media entre la pensión pública y el último salario percibido es del 80% según datos de la OCDE, una de las más altas de nuestro entorno. Sin embargo, si observamos el caso concreto de Málaga, donde la pensión media de jubilación es de 12.425,42 euros anuales, y establecemos una relación con el salario medio de la comunidad andaluza, que asciende a 20.193€ al año, las matemáticas muestran que la pérdida de poder adquisitivo alcanza el 40% en nuestra provincia. Esto significa que contar únicamente con la prestación pública por jubilación tras nuestro retiro laboral supondría, a día de hoy, retroceder un 40% en nuestra capacidad de compra. ¿No se trata, por tanto, de una disminución más que considerable de nuestro nivel de vida?

Incluyamos ahora una nueva variable, esta vez demográfica. Los datos publicados recientemente por el Instituto Nacional de Estadística (INE) arrojan que en el año 2052 el porcentaje de población mayor de 64 años pasará a representar el 37% de la población frente al 17,4% actual. Esto se debe, especialmente, al aumento de la esperanza de vida y a la disminución del índice de natalidad. El envejecimiento de la población influirá directamente sobre la denominada «tasa de dependencia», que establece la relación entre la población «dependiente», o beneficiaria de las prestaciones públicas, y la «productiva», o cotizantes al sistema. Los cotizantes sostienen a los dependientes y, acerca de esta relación, el INE señala que en el año 2052 por cada persona que se encuentre en edad de trabajar, habrá otra potencialmente inactiva (es decir, mayor de 64 años o menor de 16), alcanzando una tasa de dependencia cercana al 99%, que casi duplicaría la actual.

Ante esta realidad demográfica y una coyuntura económica como la presente, en la que el número de cotizantes ha sufrido una disminución más que considerable, el Gobierno ya ha comenzado a tomar medidas que permitan garantizar la viabilidad de un sistema de pensiones que fue diseñado de acuerdo a unos supuestos sociodemográficos hoy en día completamente obsoletos. En este sentido, la reforma de las pensiones llevada a cabo en julio de 2011 fue el primer paso, pero es necesario seguir tomando medidas para poder garantizar la sostenibilidad del sistema. Además de haber retrasado la edad de jubilación, sería conveniente seguir trabajando para aumentar la promoción del ahorro privado a través fórmulas, como los incentivos fiscales, o mejorar el sistema de información que los ciudadanos reciben en materia de pensiones.

Aunque es innegable que las instituciones públicas y privadas deben colaborar para buscar soluciones, las últimas reformas trasladan también una gran responsabilidad hacia al ciudadano. En un contexto económico complejo como el actual, en el que el «hoy» y el «ahora» apenas nos permiten paramos a pensar sobre nuestras necesidades futuras, debemos redoblar nuestros esfuerzos de reflexión y de ahorro, para que la merma de poder adquisitivo sea lo más moderada posible. Precisamente en esto consiste lo que se conoce como planificación financiera para la jubilación, cuya meta última no es otra que cubrir nuestras necesidades futuras tras el retiro mediante un uso eficiente de nuestro ahorro presente y futuro. Esta planificación comienza planteándose la siguiente cuestión: ¿cuál es el nivel de vida que quiero mantener cuando me jubile? Después de esta reflexión, y para poder pasar a la acción, debemos también conocer los distintos conceptos que influyen en el derecho a cobrar la futura pensión pública, y en el importe de la misma, y así poder realizar una estimación de cuál será nuestra prestación cuando nos retiremos. Cuanto mayor sea la diferencia entre la pensión pública y el nivel de vida deseado, mayores deberán ser nuestros ahorros, ya que son estos los que nos permitirán cubrir esa diferencia durante los años que vivamos como pensionistas. En este punto, es importante señalar que en España, a diferencia de otros países, los ciudadanos no recibimos información sobre la cuantía de su futura pensión de jubilación, aunque la última reforma de las pensiones sí recoge avances en esta sentido, aún todavía por implementar. A pesar de ello, la tecnología ha permitido que este cálculo esté hoy en día al alcance de todos, con herramientas online que nos ayudan a realizar la estimación de forma rápida y fácilmente entendible.

Por lo expuesto en estas líneas, y sin extendernos mucho más, podemos afirmar que el ahorro privado debe comenzar a contemplarse como una realidad tan necesaria como certera. No debemos olvidar que cuanto antes comencemos a ahorrar, menos esfuerzo tendremos que hacer para estar más preparados cuando se acerque el momento de retirarnos de la vida laboral activa, y tendremos mejor cubierta la inevitable pérdida de poder adquisitivo que en muchos casos conlleva la jubilación. Actualmente existe una gran variedad de productos financieros para lograr ese necesario ahorro complementario, adaptados a las diferentes necesidades e inquietudes de los ahorradores. Ese abanico de fórmulas sumado a un asesoramiento personalizado, nos permitirá comenzar a ahorrar en función de nuestras posibilidades, prioridades y expectativas futuras. Y ahora yo le pregunto ¿quiere vivir o sobrevivir tras la jubilación?