La gran paradoja del tiempo actual es que cada vez se ensancha más la vía para recibir en tiempo real de todas partes mensajes, información y contenidos, mientras se estrecha la aptitud de la mente para procesarlos y asimilarlos. Es un problema de la velocidad: trasladar paquetes se puede hacer muy deprisa, colocarlos en el almacen ya es otra cosa, y digerir su contenido para que las neuronas saquen fruto sólo puede hacerse bajo el tempo de asimilación de la mente, que es el que es. Y como debido a la pasión por la velocidad no hay paciencia ni voluntad para metabolizar contenidos culturales (una operación de curso lento y que pide esfuerzo), la gente tiene acceso a todo, pero no le acaba entrando a nada que merezca la pena y alimente de veras. Los velocistas ven sospechoso cualquier mensaje que circula con lentitud, y se apartan, como si recibirlo fuera igual que subirse a un burro.