Hematología de Carlos Haya, nuestra otra familia, por Francisco Fernández Campos

Cuando en octubre del 2009 a mi hija Elisabet de 25 años le diagnosticaron leucemia, el miedo, la angustia y desesperación se apoderaron de nosotros. La visita a nuestro médico de cabecera, D. Cristóbal, al que conocemos desde hace treinta años, nos tranquilizó un poco al hacernos ver que había muchas posibilidades de curación y que contábamos con la ventaja de que el Equipo de Hematología del Hospital Carlos Haya era uno de los mejores de España.

Cuando en el mismo mes de octubre mi hija ingresó, íbamos con la confianza de la alta profesionalidad de la Sección de Hematología (sexta planta Carlos Haya), a pesar de ello conforme ha ido transcurriendo el tiempo, hemos quedado sorprendidos del grado de dedicación y profesionalidad. Hemos sido testigos de como personal de enfermería han renunciado a su desayuno y/o merienda para seguir atendiendo a los pacientes. También hemos sido testigo de como personal médico han estado trabajando hasta el medio día, cuando su turno acababa por la mañana, o se han personado en el hospital fuera de su horario de trabajo ante una complicación de algunos de sus pacientes.

No entiendo la falta de reconocimiento de las distintas instituciones hacía estos profesionales. Me resulta incomprensible que en una consulta post-trasplante el/la hematólogo/a no disponga de ayuda alguna y tenga que pasar consulta, llevar la agenda de citas y dar las mismas a los pacientes; atender las llamadas de familiares y/o pacientes que están en sus domicilios, pero que debe de llevar un control exhaustivo; e incluso tener que desplazarse fuera de la consulta para realizar gestiones.

La mala gestión de la dirección del hospital y la falta de medios humanos y materiales, desgraciadamente, también la hemos sufrido desde el mismo año 2009, acentuada en los últimos tiempos. Recuerdo como una mañana del 2010 mi hija y yo tuvimos que estar esperando más de 30 minutos hasta que una celadora lograra encontrar una silla de ruedas libre con la que poder trasladar a mi hija, y que a esta le faltara una rueda delantera, porque las sillas de ruedas eran insuficientes para las necesidades del hospital.

Con lo expuesto ya habría motivos mas que suficientes para que tanto el personal facultativo como el de enfermería contara con nuestros respeto y reconocimiento, pero han habido más cosas, cosas que jamás olvidaremos, y es su tremenda humanidad. Siempre que los hemos necesitados han estado ahí. Nos han hecho ver el vaso medio lleno en los momentos que nosotros lo veíamos vacío. Nos han hecho pasar de la tristeza a la sonrisa, incluso a carcajadas. Han hecho suyas nuestras alegrías, cuando había un resultado positivo de la enfermedad, y su apoyo cuando algo no salía bien, incluso, en alguna ocasión, hemos compartido hasta algunas lágrimas que otra. Por todo ello, cuando les vemos nos podemos evitar el sentirlo como de nuestra familia. Espero que la sociedad, especialmente las instituciones, les reconozcan y valoren la función que realizan

A ellos y a todos los pacientes, que desafortunadamente no han pasado estas fiestas en sus domicilios, queremos hacerles llegar nuestro cariño y mejores deseos para el año 2013. Un abrazo.

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