Con permiso de Nuevas Generaciones del Partido Popular, me he apropiado del título de la campaña que presentaban esta semana contra el modelo de metro que defiende, desde hace tan solo tres meses, la Junta de Andalucía. Me parece muy acertado porque no olvidemos que hasta octubre de 2012 todas las administraciones competentes en la construcción y puesta en funcionamiento de esta infraestructura trabajaban con un mismo proyecto que, en ningún caso, contemplaba tramos en superficie, menos aún en pleno centro de la ciudad. ¿Qué ha cambiado entonces para que la Junta de Andalucía deje a un lado ese proyecto común, compartido no solo con el Ayuntamiento de Málaga, sino también con la inmensa mayoría de los malagueños? Tras las vagas declaraciones de la consejera del ramo, cualquiera podría pensar que lo que ha cambiado son las circunstancias económicas, estamos en crisis y la política de austeridad hay que aplicarla, también y sobre todo, a la obra pública. Pero desde luego, este argumento para ingenuos no es lo que está detrás de las nuevas intenciones que la administración autonómica tiene respecto al metro de Málaga. La crisis venimos padeciéndola ya algunos años y ha podido afectar a esta obra en cuanto a plazos, pero los tramos acometidos hasta el momento siguen fielmente, salvo imprevistos contados, las grandes líneas maestras de ese proyecto. Por otro lado, no parece que exista todavía otro alternativo totalmente elaborado, que arroje información rigurosa y veraz sobre el ahorro que, según cuenta la consejera, puede suponer llevar el metro en superficie desde el final de la avenida de Andalucía hasta El Palo.

Lo que sí que ha cambiado es el titular de esta cartera. El metro, como algunas otras cuestiones claves para Málaga, ahora en manos de IU, se han convertido en banderas ideológicas de esta formación con las que poder tomar distancia de sus socios de gobierno y situarse en posiciones propias de la izquierda más rancia y trasnochada. Un peaje que, por lo visto, el PSOE esta dispuesto a pagar por ahora, porque ningún dirigente socialista de Málaga ha dicho hasta el momento esta boca es mía.

La emergencia a superficie del metro a la altura de El Corte Inglés supone una ruptura absoluta con la orientación que las instituciones han dado en las últimas dos décadas al urbanismo de nuestra ciudad. Se trataba de construir entre todos una Málaga más habitable, más accesible y más transitable para el ciudadano. La peatonalización progresiva del centro histórico, la futura integración del puerto en la ciudad, la recuperación del entorno de la Alameda de Colón para convertirla en el Soho o la finalización del paseo marítimo de poniente, son buena muestra de ello. Pero el paso del tranvía por una zona tan emblemática como el puente Tetuán, la Alameda, el Parque y de ahí hasta El Palo, se carga de un plumazo este objetivo. Además, Málaga quiere, necesita, cerrar cicatrices con proyectos como el embovedado del Guadalmedina o el Bulevar sobre las vías del tren. El tranvía sería abrir una nueva brecha, una herida insalvable en pleno corazón del centro de nuestra ciudad.

Del escueto documento entregado por la Consejería pueden extraerse pocas conclusiones coherentes entre sí y muchas dudas. Para empezar ni una palabra de la integración de los diferentes medios de transporte que tendrían que convivir con el tranvía bajo un mismo Plan de Movilidad, lo que con el metro soterrado estaba más que claro. Por otro lado, entendemos que la Junta renuncia definitivamente a la conexión por Cercanías de la franja costera de nuestra provincia, lo que denominamos el Tren Litoral y que, aunque es un proyecto a largo plazo, contaría con una estación intermodal que compartiría con el metro en el subsuelo de la plaza de la Marina. Y lo más importante, el ciudadano y la necesidad de seguir apostando por grandes espacios abiertos para su uso y disfrute. El tranvía ocuparía un 40% de la superficie de la Alameda y en el documento se prevé mantener abierta una zona para el tráfico por la que podrían llegar a circular, según sus cálculos, tres mil vehículos cada hora con semáforos permanentemente en verde. Con esta regla de tres, ¿qué espacio queda para el viandante?

La negativa ciudadana a este caprichoso cambio de rumbo no se hizo esperar. Son muchos los colectivos descontentos e incluso indignados y el Partido Popular es uno de ellos que, junto con el resto, está haciendo frente común en una campaña de recogida de firmas, llevando recabadas más de diez mil, en tan solo una semana. Los últimos en adherirse han sido la Agrupación de Cofradías, grandes interesados en desmantelar la iniciativa del tranvía por afectar a un tramo crucial en el recorrido oficial de nuestra Semana Santa. Claro que esto de la Semana Santa a la señora consejera debe tocarle un pie, aunque después veamos a muchos de sus colegionarios encabezando procesiones. Si no es por la Semana Santa, esperemos que sea por los otros muchos motivos que tiene, entre ellos, el más importante el de no romper con el consenso institucional y social que, hasta su llegada, existía en torno al metro de Málaga.

*Patricia Navarro es Senadora del PP por Málaga