Es probable que sea el pueblo con mejor nivel de vida de la provincia, por encima de Benahavís, del que pensábamos hasta ahora que era el campeón. Sin embargo, y a la luz de los últimos acontecimientos, es imprescindible modificar esa creencia. Limasa es quien gana la apuesta, todo un municipio de mil seiscientas almas, las que componen su plantilla entre fijos y eventuales.

Es un población que disfruta de estabilidad laboral, sueldos muy razonables y un convenio colectivo labrado en épocas de vacas gordas en las que se primaba la paz social sobre el exceso de gasto. ¿Quién puede decir hoy en Málaga que disfruta de iguales condiciones laborales, en el sector privado o en el público?

Las negociaciones que han culminado con la convocatoria de huelga en Semana Santa han sido duras porque ninguno de los dos bandos tiene prisa por bajarse del burro. Los socios privados, que representan al 51% de la empresa se encuentran con que el Ayuntamiento les va a reducir la dotación económica (en 2012 el servicio le ha costado 84 millones de euros, de los que a finales de año aún debía 40). Y su respuesta, la de los privados, ha sido la de repercutir el recorte a los trabajadores. Los socios del Ayuntamiento nunca pierden.

Al otro lado del cuadrilátero, la plantilla, acostumbrada a estar por encima de los problemas de la ciudad, ajena a la quiebra de las cuentas públicas e indiferente a lo que piensen de ella sus conciudadanos, exige básicamente que no se les toque un pelo. Ellos tampoco pierden.

Estos dos actores viven en una burbuja, aferrados a los buenos tiempos, impermeabilizados frente a la crisis y pendientes del tercer actor, de un ayuntamiento representado por su alcalde, Francisco de la Torre. En estas funciones a él le gusta empezar de extra, como si fuera un espectador aparentemente despreocupado. Sin embargo, su verdadero papel está diseñado desde hace años y en el último acto acaba metido hasta el cuello. Es el protagonista, el señor que paga para que no le organicen una zapatiesta de órdago. Pase lo que pase, la ciudad lo va a responsabilizar a él. Pocos se van a cuestionar si hay unos socios privados que se lo llevan crudo; y a la plantilla le importa un pito lo que diga el resto de la ciudad. Así que también el final está escrito.

El Ayuntamiento es un rehén, siempre en desventaja, atrapado en la indefinición de su modelo de servicio de limpieza. No tiene valor para presionar a sus socios, como los han hecho otras ciudades españolas similares a Málaga, que pagan bastante menos. Y tampoco tiene fuerza para presionar a una plantilla con un comité superprofesionalizado. Ni con amenazas de ERE, ni apelando a sus fibras sensibles con aquella sugerencia del «amor a Málaga», el alcalde ha conseguido gran cosa. Tampoco ha servido de nada admitir que no se han cumplido promesas anteriores. Resulta humillante. Por más que tengan razones y legitimidad para defender sus reivindicaciones, el comité de Limasa ha demostrado que ha perdido la perspectiva social y económica de la ciudad con su anuncio de convocatoria de huelga. O le da igual.

Y aún nos queda el recochineo. Existen posibilidades de que esta semana se alcance un acuerdo, pero visto lo visto, al comité le va a costar renunciar a la tentación de demostrar su poder. Quizá cumplan un día o dos de huelga para que nos enteremos de lo que vale un peine. Luego aflojarán y volverán al tajo por el bien de la ciudad. Qué ricos.

@jrmendaza